04 noviembre, 2014

Las condecoraciones.





 A los cuatro días del asesinato, regresó al sitio del suceso. La casa estaba precintada por la policía. Puertas y ventanas cerradas. No obstante le dio la vuelta a todo el perímetro y logró ver una verja de madera, rota y caída.  Por allí se coló. Traspasó el jardín y llegó a la compuerta del sótano. No tenía candado. Un descuido de la policía, pensó. La levantó y se coló al sótano. ¿Qué buscaba? ¿Qué lo movió a indagar? El asunto ya estaba esclarecido por las autoridades: un asaltante acabó con el matrimonio de ancianos que allí vivían. Caso cerrado. Más su curiosidad reporteril no permitía que eso quedara sin averiguar…

 El matrimonio Kostka llegó al país provenientes de Europa. Huyendo de la guerra donde perdieron a su único hijo. Después de varios años y de aclimatarse a nuestras costumbres, optaron por solicitar la  nacionalidad. Se instalaron definitivamente en esa casita modesta, un poco apartada del pueblo. El se dedicó a la carpintería; ella cultivaba la huerta y atendía los pocos animales que tenían en el corral. Precisamente eso es lo que extrañaba a nuestro reportero: por qué en  tales circunstancias serían objeto de un asalto estas dos personas. Revisando en el interior de la casa notó que todo estaba revuelto; ropa tirada sobre la cama, los cajones en el suelo. Había papeles y documentos por doquier y fotos muchas fotos: de la boda, del hijo joven: alto, rubio, con su uniforme de militar; un grupo familiar de vacaciones, otros grupos de gente al parecer en una reunión familiar. Algunas condecoraciones e insignias que llamaron su atención y más nada de interés… El asesino –que se encuentra detenido  y en proceso de interrogación- aparentemente no se llevó nada. En un arrebato de audacia tomó las condecoraciones y las puso en su bolsillo, dio media vuelta y tal como había entrado, salió del lugar.

 Ya en su casa, comenzó la revisión de los objetos que tenía en sus manos y la indagación sobre los mismos: difícil no reconocer de cuál ejército proveían; pero qué representaban, a quiénes eran otorgadas esas medallas. Decidió descansar, atender otros asuntos pendientes y luego se acostó a dormir. A la mañana siguiente temprano, se fue hasta la Comisaría para solicitar una entrevista con el detenido. El Comisario le negó la visita,
a menos que un Juez respaldara su solicitud. Se dirigió al Juzgado y después de mucho esperar e informar su interés, obtuvo el permiso requerido. Dejó pasar unos días y nuevamente se dirigió a la Comisaría. Esta vez logró su cometido. En la sala de reuniones, esposado tuvo frente a frente al asesino de los ancianos.  Se sentaron, mesa de por medio y después de presentarse nuestro reportero esparció las condecoraciones sobre la mesa y sacó una grabadora. El preso se sorprendió y dijo: yo no me detuve en ellas, con sólo verlas supe que mi empresa había sido exitosa. Era un hombre de mediana edad, no vivía en ese poblado por lo
que el periodista dedujo o que estaba de paso, o que había venido exprofeso para asesinar a los Kostka. Efectivamente el preso le contó que tenía años haciendo seguimiento a la pareja: primero cuando llegaron al país y se instalaron en la capital y después cuando se trasladaron al pueblo donde residieron definitivamente. Los estudió detalladamente, buscó documentos y relaciones. ¡El muy desgraciado, para escarnecernos escogió un apellido polaco; sin darse cuenta que eso miso sería su perdición! ¡Eso y la medalla! Cuando todo estuvo debidamente comprobado decidí que era el momento de realizar la ejecución. Así dijo: ejecución. A la vieja la mataría para no dejar testigos. El reportero apagó la grabadora. Se levantó y encendió un cigarro. Ofreció otro al interrogado. Hicieron un breve receso y luego continuaron... Lo hice solo, sin otros contactos ni ayuda. Soy de ascendencia polaca. Mis abuelos llegaron a este país hace muchísimo tiempo. Mi padre quedó en Polonia y al recrudecerse la guerra nos envió a mi madre y a mí a casa de los abuelos. Ya todos murieron, sólo quedo yo. Mi progenitor terminó muriendo en un campo de concentración. En ese campo había un sub-oficial de la SS.SS. extremadamente cruel; especialmente con los polacos. Por ello, se destacó entre sus pares y ganò
una condecoración: precisamente ésta que usted ve aquí y la señaló con el dedo.

 Por lo visto entre tantos recuerdos, al SS-Scharfüheer Johan Zoleer le fue muy difícil deshacerse de ella.¿Dígame, qué va a hacer con esta historia?

Caracas, noviembre 2014
Ilustración de la Web. 


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