26 abril, 2012

París desde un bus.




Considero que la memoria no se pierde del todo, salvo en caso de una severa enfermedad o por efectos degenerativos e insalvables de la avanzada edad. También que es selectiva: cuando crees que algo se ha desaparecido de tus recuerdos, de repente una melodía: un libro, un cuadro, un olor, una película te dispara la memoria…Eso me acaba de suceder cuando vi la preciosa película de Woody HallenMidnight in Paris”. Para mi gusto y  hasta los momentos es una de sus más logradas producciones y con razón le dieron un Oscar al guión original. Yo diría que a un estupendo guión originalísimo.
Yo viví en esa hermosa ciudad con mi familia, por allá al finales de los 70. Todos nos trasladamos por una beca ofrecida a empleados de Conicit bajo un convenio con la Unesco. Primero vivimos en Grenoble –donde asistí a la Universidad-  luego en París, hice cursos prácticos y pasantías. Mis hijos púberes para ese entonces, estudiaban de mañana y en las tardes libres deambulaban por toda la ciudad con sus amigos. ¡Qué no conocieron y dónde no anduvieron!
Mis andanzas eran diferentes. Vivíamos en Levalois Perret, a las afueras de la gran ciudad. Todas las mañanas tomaba el Metro y en cinco minutos descendía en la estación Etoile (donde está la plaza del Arco de Triunfo) para hacer transferencia a mi destino, en el lado totalmente opuesto de la ciudad. En total una media hora bajo los túneles de la ciudad  para llegar al CNRS cercano al cementerio Pere La Chaise, o al Centro Nacional del Audiovisual o al Instituto Francés del Petróleo. Pero, cuando me desocupaba temprano de mis tareas con la tarde bella y soleada, tomaba un bus. Podía hacer cualquier conexión en cualquier artefacto del servicio de trasporte urbano gracias a la Carte orange, un bono de trasporte mensual más económico.... Entonces mi recorrido se hacía tan encantado como en la película de marras. El autocar era un Berliet (Renault) grande, de color verde, muy cómodo y bien mantenido como  todos esos buses del trasporte público. No había muchos de ese modelo y finalmente creo que los retiraron de circulación. Tampoco me importaba hacia dónde se dirigiera, total cuando lo quería podía bajar en cualquier estación de Metro y regresar a  casa. Lo importante de esos buses era que tenían en su parte trasera después de las filas de asientos, una especie de balcón o saliente al aire libre. Una estructura alta (hasta la cintura), que te permitía ir de pie. Allí yo me instalaba a ver y disfrutar la ciudad. El vehículo daba más vuelta que un circunvalación lo que me resultaba beneficioso para admirar edificaciones: monumentos, parques, barrios, bulevares, mercados... ¡Era estupendo! Un verdadero recorrido turístico en una ciudad que tiene tanto que ofrecer a los ojos del curioso.  Dijo Hemingway –personaje que también sale en la película citada- que: “París es una fiesta”. Para mí lo era cuando en esos momentos montada en un bus del transporte público, la disfrutaba en todo su esplendor.

Para finalizar, un paseo por París de la mano de Woody Allen:
http://www.youtube.com/watch?v=J3ExqFAO85o

Caracas, abril 2012
Ilustración tomada de la web

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ay que envidia Grunilde, como me gustsría recorrer todo París en uno de esos autobuses con balconcito y todo. Algún día...

La Gertrudis

Anónimo dijo...

Que lindo, encantador..! Simón.