Considero que la memoria no se pierde del todo, salvo en caso de una
severa enfermedad o por efectos degenerativos e insalvables de la avanzada
edad. También que es selectiva: cuando crees que algo se ha desaparecido de tus recuerdos, de repente una
melodía: un libro, un cuadro, un olor, una película te dispara la memoria…Eso
me acaba de suceder cuando vi la preciosa película de Woody Hallen “Midnight in
Paris”. Para mi gusto y hasta los
momentos es una de sus más logradas producciones y con razón le dieron un Oscar
al guión original. Yo diría que a un estupendo guión originalísimo.
Yo viví en esa hermosa ciudad con mi familia, por allá al finales de los
70. Todos nos trasladamos por una beca ofrecida a empleados de Conicit bajo un convenio con la Unesco. Primero vivimos en Grenoble –donde asistí a la
Universidad- luego en París, hice
cursos prácticos y pasantías. Mis hijos púberes para ese entonces, estudiaban
de mañana y en las tardes libres deambulaban por toda la ciudad con sus amigos.
¡Qué no conocieron y dónde no anduvieron!
Mis andanzas eran diferentes. Vivíamos en Levalois Perret, a las afueras de la gran ciudad. Todas las mañanas
tomaba el Metro y en cinco minutos descendía en la estación Etoile (donde está la plaza del Arco de
Triunfo) para hacer transferencia a mi destino, en el lado totalmente opuesto
de la ciudad. En total una media hora bajo los túneles de la ciudad para llegar al CNRS cercano al cementerio Pere
La Chaise, o al Centro Nacional del Audiovisual o al Instituto Francés del Petróleo.
Pero, cuando me desocupaba temprano de mis tareas con la tarde bella y soleada,
tomaba un bus. Podía hacer cualquier conexión en cualquier artefacto del
servicio de trasporte urbano gracias a la Carte
orange, un bono de trasporte mensual más económico.... Entonces mi recorrido se hacía tan
encantado como en la película de marras. El autocar era un Berliet (Renault) grande,
de color verde, muy cómodo y bien mantenido como todos esos buses del trasporte público. No había
muchos de ese modelo y finalmente creo que los retiraron de circulación. Tampoco
me importaba hacia dónde se dirigiera, total cuando lo quería podía bajar en
cualquier estación de Metro y regresar a
casa. Lo importante de esos buses era que tenían en su parte trasera
después de las filas de asientos, una especie de balcón o saliente al aire
libre. Una estructura alta (hasta la cintura), que te permitía ir de pie. Allí
yo me instalaba a ver y disfrutar la ciudad. El vehículo daba más vuelta que un
circunvalación lo que me resultaba beneficioso para admirar edificaciones:
monumentos, parques, barrios, bulevares, mercados... ¡Era estupendo! Un verdadero
recorrido turístico en una ciudad que tiene tanto que ofrecer a los ojos del
curioso. Dijo Hemingway –personaje que también sale en la película citada- que: “París
es una fiesta”. Para mí lo era cuando en esos momentos montada en un bus del
transporte público, la disfrutaba en todo su esplendor.
Para finalizar, un paseo por París de la mano de Woody Allen:
http://www.youtube.com/watch?v=J3ExqFAO85o
Ilustración tomada de la web
2 comentarios:
Ay que envidia Grunilde, como me gustsría recorrer todo París en uno de esos autobuses con balconcito y todo. Algún día...
La Gertrudis
Que lindo, encantador..! Simón.
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