10 abril, 2012

Un matrimonio bien avenido


Dora y Pedro constituyen un matrimonio normal, cimentado en varios años de vida en común, con todos los altibajos que tanto tiempo en pareja implica. En otras palabras, ya se han acostumbrado a soportar aquello en lo que se les convirtió el amor. Entonces digamos que son, o aparentan, ser felices. Pedro se desempeña como gerente en un empresa de servicios y Dora toda la vida estuvo dedicada a su hogar; a levantarlos dos hijos varones –uno que ya comenzó la universidad y el otro está por  graduarse de bachiller- y a manejar el hogar en donde es dueña y señora y tiene la última palabra.  Prácticamente es una coronela que comanda su pequeña tropa. Por comodidad –supongo- desde un principio Pedro aceptó tácitamente este trato y así ha continuado hasta los momentos. Dora decide todo lo de la casa -ya lo dije- mobiliario, enseres, menús, hábitos, presupuesto, horarios  y de paso, hasta la ropa que los hombres han de vestir.  Todo bajo su control, hasta las sesiones de  dominó que juega Pedro con sus amigotes los jueves, a la salida de la oficina, hasta bien entrada la noche. Total que aparentemente este hogar está muy bien encarrilado, mejor dicho estaba hasta que pasó algo, un  detalle, una palabra dicha, una nimiedad que se escapó sin intención y terminó dando al traste con la paz conyugal…

Pedro que siempre había gozado de buena salud, le dio por enfermarse. Una gripecita esta semana, con dolor de garganta persistente. La próxima un malestar en los huesos. La otra un dolor de espaldas, hasta que finalmente se le instaló una diarrea, imparable que ya persiste por tres semanas. Es un virus concluyeron todos... Los remedios caseros de Dora no mejoraban la situación. Una mañana, viendo a Pedro –demacrado y exangüe- nuevamente sentado en el retrete, ella lo miró compasivamente, suspiró y soltó: He oído decir que así comienza el SIDA. A Pedro todo apocadito, no se le ocurrió otra cosa que decir: Esta misma tarde voy al médico y que me haga la prueba…

y no les cuento la que se armó …


CCS.marzo,2006
Ilustración: Norman Rockwell.


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