28 diciembre, 2010

En el museo.



¡Poneros circunspectos señores que nos están mirando!... No olvidéis que representamos los mejor de la pintura española y muchos nobles, de los pocos que quedan y plebeyos que hay de sobra, pasan por aquí a rendirnos pleitesía. ¡Doña Maribárbola su merced, no me hagáis sonrojar!... No creáis que por la ausencia de nuestros augustos padres, esto no va en serio…Además, considerad que el maestro Velásquez se ha tomado la molestia tan ocupado él; toda la corte pretende ser retratada y todas esas cosas…Su merced Doña Isabel, basta ya de acomodarse el miriñaque…Doña María Agustina ¡Pardiez!, está bueno ya de auscultarme tan inquisidoramente, que yo no he sido la de la idea. 

En verdad a quien se le ocurrió todo esto fue a maese Velásquez. Un cuadro tan original que no lo pareciese. El montó toda la mise en scéne. Sin olvidar detalle: hasta sus señoría los soberanos –mis augustos padres- forman parte de sin estar, esbozados en reflejo sobre un pulido espejo. En cambio presentes, los integrantes de la pequeña corte que conforma mi entorno: mis meninas Doña María Agustina y Doña Isabel; la haya Doña Marcela y el guardadamas que nunca nos desprotege, que para eso está. No creáis que por estar cuchicheando con mi haya, descuida sus funciones. También aquellos que me divierten: Maribárbola y el pequeño Nicolasito. Al fondo en tercer plano, se colocó Don José Nieto aposentador de la corte, que la verdad no sé si entra o sale del gran salón.  A la izquierda en segundo plano está él -paleta en mano como si pintara un gran lienzo- con su Cruz de Santiago al peto, ¿ De dónde habrá salido? todavía no es Caballero de la orden. ¡Sin duda otro de sus camelos! y por supuesto yo, la Infanta, Margarita Teresa de España a mi corta edad figura central de todo la composición. No podía faltar mi can –soportando las habituales impertinencias del pajecillo- allí echado mansamente en primer plano.
Lo mejor de esta cierta trivialidad –y para desconcierto de aquellos que venís a visitarnos a El Prado- es que no somos nosotros “el cuadro”. ¡Lo sois vosotros los mirones. Os escudriñamos al pasar: asombrados, intercambiando opiniones impactados y los que habéis captado la genial intención sonreís. Otros, conmovidos por tanta belleza sueltan unas lagrimillas. Seguro que Stendhal ante nosotros se desmayaría.¡Sómos únicos!, no hay otro semejante. Somos fuente de inspiración para otros artistas; los críticos han gastado mucha tinta y papel en sesudos análisis plásticos, empero después de tantos siglos aún permanecemos aquí. Simplemente para jugaros una chirigota.


Caracas, dicb. 2010
Ilustración tomada de la Web.

18 diciembre, 2010

Historia de la flor de navidad.





La planta que reina en estas fiestas es, en realidad un arbusto originario de México, su nombre azteca es Cuetlaxóchitl. Su nombre en latín es Euphorbia Pulcherrima, es decir la más pulcra, la más bella.. En Venezuela también la denominamos Papagayo. La flor de nochebuena se conoce en inglés como "poinsettia," en honor a Robert Poinsett, quien fuera embajador de los Estados Unidos en México de 1825 a 1829. Admiró tanto esta planta que llevó algunas de regreso a su hogar en Carolina del Sur. Las cultivó y propagó en su invernadero y las obsequió a sus amistades... Las modificaciones genéticas, que iniciaron hace más de un siglo en Estados Unidos, han permitido obtener variaciones en el tamaño, tinte o forma de las hojas. Son éstas las más conocidas y se comercializan fuera de México.

En el mundo occidental es el símbolo de la Navidad, porque alcanza su esplendor justo en la época de invierno. Ha llegado a ser una de las plantas más apreciadas hasta el punto que se celebra un Día Nacional de la Poinsettia -establecido por los productores- el 8 de diciembre. Su temporada es de Noviembre a Abril, siendo su apogeo en Diciembre. Por eso se la conoce también como Flor de Pascua o Estrella de Navidad.


FELICES FIESTAS..!!!!


Texto e ilustración tomados de la web.


05 diciembre, 2010

El hombre del liquilique.





Lo divisé en el centro comercial, alto y corpulento. Su figura llama la atención, entrado en canas con su mostacho también canoso, en ese estupendo liquilique blanco de fino dril, zapatos marrones y un elaborado bastón con empuñadura dorada.. Lo usa con cortaba y mancuernas que por los reflejos se me ocurrió eran de oro con pequeñas esmeraldas… Lo acompañaban una mujer y una adolescente, que supongo son su esposa e hija. Contemplaban una vitrina. El impacto que me produjo su imagen reflejada en el cristal, me detuvo… Rememoré otros personajes: el porte del Maestro Sojo, o los mostachos del General Gómez. También me acorde de mi padre, que en su momento uso el liquilique con prestancia.

No me aguante y lo abordé: Usted disculpe pero no puedo dejar de admirarlo. Perdone señor, ¡Que elegante se ve usted con ese liquilique! Gracias, respondió… En el grupo nadie se sorprendió. Yo continué: ahora no se ven caballeros con ese atuendo... No, dijo él: ésto lo usamos los venezolanos de antes.. y ya no quedan, contesté. Nos reímos. Algunos hay que todavía se atreven, pero lo usan sin la corbata, dijo. Como mi padre, usted me lo recordó... No hubo presentaciones en la breve conversación e igual sobrevino la despedida y cada quién sigió en sus asuntos.

Esta anécdota puede reflejar la extrañeza que nos causa ver una persona con esa prenda masculina, que fue de uso común en nuestro país durante el siglo XIX y mediados del XX y ahora en desuso. El liquilique consta de pantalón (por supuesto) y chaqueta enteriza y larga con mangas, abotonadura en la parte delantera: cuatro bolsillos laterales con tapa abotonada y cuello alto con cuatro ojales, para la colocación de las mancuernas o yuntas, generalmente de oro. Casi siempre se confecciona en un dril ligero, o lino blanco -forrado en seda o según la calidad del lienzo, sin forrar- para el día (también puede ser beige) y de color negro para la noche. A pesar de ser un traje de cuello alto, está complementado por una corbata interior, delgada y estrecha (a manera de cinta) que remata un extremo de la tela encima del otro (cruzado), sobresale unos centímetros del cuello de la chaqueta y es ajustada por las mancuernas... No crea usted que a cualquiera le luce un liquilique; preferiblemente el portador debe ser delgado, o al menos sin exceso de grasa ventral.

Esta prenda es la evolución del traje del llanero venezolano y el costeño colombiano, llamado garrasí que en vez de la chaqueta del mismo material del pantalón, lleva una blusa más liviana: manga larga, cuello alto, con las mismas características del corte antes descrito. Se complementa la vestimenta con el sombrero Pelo e´guama.
Con el correr del tiempo y el costo, el liquilique pasó de ser una prenda de uso corriente entre nuestros mayores -usada en los joropos llaneros con alpargatas- para convertirse en un atuendo a lucir en grandes saraos… Recordarán que el Gabo cuando fue a recoger el premio Nobel de literatura (1982), para sorpresa de todos no fue trajeado con el consabido frac (paltolevita) o smoking, se presentó a la ceremonia de liquilique blanco. Ese traje fue a parar a un museo de la hermana república... En nuestro país, el Tío Simón usa su liquilique con asiduidad y con el fue a recibir su premio Grammy honorario (2008)

Que grato que todavía se topa uno con personajes por admirar en la cosmopolita y caótica Caracas de ahora.

¡Vainas de mi ciudad!
Caracas, novb. 20010
Ilustración tomada de la web.