¡Poneros circunspectos señores que nos están mirando!... No olvidéis que representamos los mejor de la pintura española y muchos nobles, de los pocos que quedan y plebeyos que hay de sobra, pasan por aquí a rendirnos pleitesía. ¡Doña Maribárbola su merced, no me hagáis sonrojar!... No creáis que por la ausencia de nuestros augustos padres, esto no va en serio…Además, considerad que el maestro Velásquez se ha tomado la molestia tan ocupado él; toda la corte pretende ser retratada y todas esas cosas…Su merced Doña Isabel, basta ya de acomodarse el miriñaque…Doña María Agustina ¡Pardiez!, está bueno ya de auscultarme tan inquisidoramente, que yo no he sido la de la idea.
En verdad a quien se le ocurrió todo esto fue a maese Velásquez. Un cuadro tan original que no lo pareciese. El montó toda la mise en scéne. Sin olvidar detalle: hasta sus señoría los soberanos –mis augustos padres- forman parte de sin estar, esbozados en reflejo sobre un pulido espejo. En cambio presentes, los integrantes de la pequeña corte que conforma mi entorno: mis meninas Doña María Agustina y Doña Isabel; la haya Doña Marcela y el guardadamas que nunca nos desprotege, que para eso está. No creáis que por estar cuchicheando con mi haya, descuida sus funciones. También aquellos que me divierten: Maribárbola y el pequeño Nicolasito. Al fondo en tercer plano, se colocó Don José Nieto aposentador de la corte, que la verdad no sé si entra o sale del gran salón. A la izquierda en segundo plano está él -paleta en mano como si pintara un gran lienzo- con su Cruz de Santiago al peto, ¿ De dónde habrá salido? todavía no es Caballero de la orden. ¡Sin duda otro de sus camelos! y por supuesto yo, la Infanta, Margarita Teresa de España a mi corta edad figura central de todo la composición. No podía faltar mi can –soportando las habituales impertinencias del pajecillo- allí echado mansamente en primer plano.
Lo mejor de esta cierta trivialidad –y para desconcierto de aquellos que venís a visitarnos a El Prado- es que no somos nosotros “el cuadro”. ¡Lo sois vosotros los mirones. Os escudriñamos al pasar: asombrados, intercambiando opiniones impactados y los que habéis captado la genial intención sonreís. Otros, conmovidos por tanta belleza sueltan unas lagrimillas. Seguro que Stendhal ante nosotros se desmayaría.¡Sómos únicos!, no hay otro semejante. Somos fuente de inspiración para otros artistas; los críticos han gastado mucha tinta y papel en sesudos análisis plásticos, empero después de tantos siglos aún permanecemos aquí. Simplemente para jugaros una chirigota.
Caracas, dicb. 2010
Caracas, dicb. 2010
Ilustración tomada de la Web.
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