05 diciembre, 2010

El hombre del liquilique.





Lo divisé en el centro comercial, alto y corpulento. Su figura llama la atención, entrado en canas con su mostacho también canoso, en ese estupendo liquilique blanco de fino dril, zapatos marrones y un elaborado bastón con empuñadura dorada.. Lo usa con cortaba y mancuernas que por los reflejos se me ocurrió eran de oro con pequeñas esmeraldas… Lo acompañaban una mujer y una adolescente, que supongo son su esposa e hija. Contemplaban una vitrina. El impacto que me produjo su imagen reflejada en el cristal, me detuvo… Rememoré otros personajes: el porte del Maestro Sojo, o los mostachos del General Gómez. También me acorde de mi padre, que en su momento uso el liquilique con prestancia.

No me aguante y lo abordé: Usted disculpe pero no puedo dejar de admirarlo. Perdone señor, ¡Que elegante se ve usted con ese liquilique! Gracias, respondió… En el grupo nadie se sorprendió. Yo continué: ahora no se ven caballeros con ese atuendo... No, dijo él: ésto lo usamos los venezolanos de antes.. y ya no quedan, contesté. Nos reímos. Algunos hay que todavía se atreven, pero lo usan sin la corbata, dijo. Como mi padre, usted me lo recordó... No hubo presentaciones en la breve conversación e igual sobrevino la despedida y cada quién sigió en sus asuntos.

Esta anécdota puede reflejar la extrañeza que nos causa ver una persona con esa prenda masculina, que fue de uso común en nuestro país durante el siglo XIX y mediados del XX y ahora en desuso. El liquilique consta de pantalón (por supuesto) y chaqueta enteriza y larga con mangas, abotonadura en la parte delantera: cuatro bolsillos laterales con tapa abotonada y cuello alto con cuatro ojales, para la colocación de las mancuernas o yuntas, generalmente de oro. Casi siempre se confecciona en un dril ligero, o lino blanco -forrado en seda o según la calidad del lienzo, sin forrar- para el día (también puede ser beige) y de color negro para la noche. A pesar de ser un traje de cuello alto, está complementado por una corbata interior, delgada y estrecha (a manera de cinta) que remata un extremo de la tela encima del otro (cruzado), sobresale unos centímetros del cuello de la chaqueta y es ajustada por las mancuernas... No crea usted que a cualquiera le luce un liquilique; preferiblemente el portador debe ser delgado, o al menos sin exceso de grasa ventral.

Esta prenda es la evolución del traje del llanero venezolano y el costeño colombiano, llamado garrasí que en vez de la chaqueta del mismo material del pantalón, lleva una blusa más liviana: manga larga, cuello alto, con las mismas características del corte antes descrito. Se complementa la vestimenta con el sombrero Pelo e´guama.
Con el correr del tiempo y el costo, el liquilique pasó de ser una prenda de uso corriente entre nuestros mayores -usada en los joropos llaneros con alpargatas- para convertirse en un atuendo a lucir en grandes saraos… Recordarán que el Gabo cuando fue a recoger el premio Nobel de literatura (1982), para sorpresa de todos no fue trajeado con el consabido frac (paltolevita) o smoking, se presentó a la ceremonia de liquilique blanco. Ese traje fue a parar a un museo de la hermana república... En nuestro país, el Tío Simón usa su liquilique con asiduidad y con el fue a recibir su premio Grammy honorario (2008)

Que grato que todavía se topa uno con personajes por admirar en la cosmopolita y caótica Caracas de ahora.

¡Vainas de mi ciudad!
Caracas, novb. 20010
Ilustración tomada de la web.

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