01 noviembre, 2010

De cómo el Sr. Domínguez se entendío con los espíritus...



Juan Domínguez es un próspero corredor de bienes raíces: caraqueño, cincuenta y siete años, casado y con dos hijos universitarios, quien ha amasado una pequeña fortuna comprando propiedades viejas, remodelando y revendiéndolas en propiedad horizontal. Por supuesto que él ha solventado todos los inconvenientes legales que pudieran presentársele, con el consabido cuantohaypaeso… Lleva una vida descansada ya que algunas veces vende dos o tres propiedades y el resto del año descansa o invierte sus ganancias en bonos del estado, o empresas en el exterior. Empero hay un inconveniente –nunca falta uno- con un edificito que se le ocurrió comprar, hace como ocho años, por allá por Catia cerca de la Plaza Pérez Bonalde.

El edificio en cuestión, es un inmueble pequeño, de 4 pisos que está en muy malas condiciones y que por lo mismo se la vendieron por casi nada. Por eso y por otras causas que el Sr. Domínguez ignoraba… El ruinoso edificito estuvo muchos años abandonado antes que él lo adquiriera. Metió a su cuadrilla de albañiles, electricistas y plomeros. Levantaron el piso y pusieron cerámica, cambiaron las ventanas y en definitiva lo dejaron presentable y habitable. Por fuera le dieron su mano de pintura y hasta quedó bonito… No más finalizado los trabajos –y con los permisos de habitabilidad necesarios- comenzó la venta de los apartamentos: 1 por piso, dos habitaciones, 1 baño… Pasaron los días y por más que muchos fueron a verlo y que el Sr. Domínguez dio un sinfín de facilidades y hasta rebajó el precio, nunca se concretó la venta de ni siquiera un piso. Contrariado, el propietario decidió dejarlo “engordar” por un tiempo, a ver si el mercado favorecía la negociación y dedicó su tiempo a otros asuntos.

Con el transcurrir de los meses, el edificio de Catia comenzó a deteriorarse aceleradamente: se estallaron todos los vidrios de las ventanas, el pasamanos de la escalera se desprendió y la pintura exterior se descascaró totalmente. El Sr. Domínguez atribuyó todo estos percances a los vándalos de la zona. Entonces reparó todo y contrató a un guardia. El susodicho desapareció a los dos días dejando el puesto de trabajo, sin siquiera cobrar su sueldo… Dijeron los vecinos que de noche se escuchaban ruidos propios de apartamentos habitados…y de día una paz sepulcral. Como si fuese poco, a los meses el edificio fue invadido por unos malvivientes. Cual no sería la sorpresa de Domínguez que, sin siquiera tener tiempo de poner la denuncia ante los organismos competentes, los ocupantes ya habían salido del edificio como alma que lleva el diablo… Se puso a cavilar sobre la concatenación de tan inusuales hechos y decidió mudarse a uno de los pisos, para constatar por sí mismo qué estaba sucediendo allí.

Ese noche, armado de una colchoneta, una lámpara, con algunos mínimos pertrechos se instaló en el segundo piso. Las primeras noches no sucedió nada especial, a la cuarta cuando se preparaba la luz se apagó y escuchó ruidos… Asustado se incorporó y encendió la lámpara...¡Qué vaina es esta! La penumbra lo invadía todo, le pareció escuchar que alguien se acercaba pisando muy suavemente. Cuando logró aclarar un poco la habitación vio antes él una figura etérea y pequeña - ¿un niño, quizá ?- con un traje estrafalario, levitaba. Al hablar –con voz cavernosa- entendió que era un adulto… Domínguez estaba lívido y no atinaba a pronunciar un ca, car, caraj… Le solicitó que se calmara, que no temiera, que sólo deseaba pedir ayuda; pero que todos salían despavorido al verlo. El Sr. Domínguez se armó de valor y trató de entablar una conversación. Se sentaron frente a frente en el piso. La lámpara en medio iluminaba la cara grotesca del enano. Comenzó a decir:

Yo era un artista de circo hace muchos años, antes de morir en un accidente. Con mi pareja, otra enana, teníamos un numero en el cual me lanzaba desde una altura considerable a un barril lleno de agua…¡Tantas veces va el cántaro al agua, hasta que!...Usted sabe el proverbio, pero esta vez fui yo, en vez del el cántaro, el que se partió la crisma…¿Y qué tiene que ver eso con que usted aparezca en mi propiedad, molestando a los inquilinos?... Si lo he hecho es pidiendo ayuda, pero nadie atiende mis ruegos... En definitiva, cómo podría ayudarlo, explíquese… Bien, verá usted, aquí mucho antes que este inmueble fuera abandonado vivía una psíquica, que se dedicaba a hacer sesiones espiritista y comunicarse con los muertos. La pobre señora no las atinaba todas, hasta que en una de esas tenidas aparecí yo y la medium se llevó un susto del carajo…Murió en plena sesión de un infarto fulminante… El problema es que me dejó de este otro lado y hasta ahora no he podido volver de donde vine… ¡Joder, que cuento tan interesante!, pero ¿Por qué se quiere devolver, no le gusta allá ?... Verá usted, no es que me gusté o no, es que me siento desubicado… ¿Y cómo podré ayudarlo?... Muy sencillo, busque usted otra persona que practique el espiritismo y me devuelva. ¡Eso está difícil!. Yo no conozco nada al respecto. Soy un descreído. ¿Mire, a usted le interesa que yo desaloje, no?, pues ayúdeme y le garantizo que no me verá más nunca por aquí... ¡Eso seguro, su estadía lesionamos intereses!… Dicho esto, la figurita fantasmal desapareció y se encendieron las luces del lugar.

El Sr. Domínguez no contó nada de esta experiencia. Por su cuenta se puso a indagar en los avisos de prensa para localizar la persona adecuada. Visitó a un hombre que leía la bola de cristal: a una india que fumaba el tabaco, a una señora que echaba las cartas, pero ninguno de ellos le dio garantías de poder hacer el trabajo. Luego le recomendaron contactar a un palero, pero pensando en los cubanos que están en Miraflores, prefirió no arriesgarse... Total que por su cuenta comenzó a leer sobre espiritismo y asuntos relacionados con la otra vida; él que siempre había sido un tipo agnóstico y nunca creyó en esas pendejadas... Preguntando, preguntando, dio con una secta que funciona en el estado Miranda, por Birongo. Solicitó una cita vía telefónica y finalmente le dieron fecha y hora para una entrevista.

En un barrio modesto de las afueras del poblado, fue a parar a una casa que tenía un letrero a la entrada “Sociedad de los Devotos Seguidores de Ultratumba” (SDSU). Atravesó el jardincito y tocó a la puerta. Un hombre enteco salió a abrirle y le preguntó que deseaba. El Sr. Domínguez indicó tener cita. Bien, dijo el hombre, pase por favor: espere un momento. Se quedó solo en medio de una sala amoblada con enseres muy vetustos y pesados cortinajes.
Después de unos minutos apareció la figura de una mujer –le pareció desproporcionadamente alta - morena, de edad indefinida, bien trajeada y de modales delicados y pausado hablar; llámeme Luzbel, le dijo y lo invitó a sentarse... Domínguez no pudo ocultar su desconcierto, ya que se había hecho otra idea de la llamada sacerdotisa. Explíqueme con detalles su asunto, le dijo... Se tomó todo su tiempo para explicar los hechos acaecidos, especialmente la solicitud del enano, para regresar al más allá. No es sencillo, respondió ella. Generalmente deben regresar en la misma sesión en la que fueron invocados. Nunca he intentado nada semejante. Déjeme consultar con los espíritus y me comunicaré con usted... Dicho esto, le extendió la mano y desapareció de la habitación. Nuevamente el hombre huesudo se presentó y acompañó a Juan Domínguez hasta la puerta. Después de tres días instalado en una pensión local y cansado de esperar una comunicación que no llegaba, telefoneó a la Sra. Luzbel, dejó sus números telefónicos de Caracas y tomó el primer autobús rumbo a la capital. ¡Esta mariquera es una pérdida de tiempo!

Por lo visto durante su ausencia las cosas habían mejorado en el edificio, o al menos los destrozos se detuvieron… Domínguez nuevamente pernoctó en el segundo piso, en espera que el fantasma apareciera para informarle de los avances de su solicitud, pero esa noche se cansó, hasta que se durmió ya de madrugada… A las varias noches, apareció el enano en busca de información. Juan relató todas sus diligencias y dijo que esperaba el llamado de la espiritista. Pasaron más de quince días; en ese ínterin el enano se comportó comedidamente y Juan Domínguez regresó a su casa de habitación, sin dejar de visitar al fantasmón una vez por semana.

Casi a los dos meses el propietario del inmueble recibió el esperado telefonema. La Sra. Luzbel se trasladaría a Caracas, para realizar el trabajo de despojo del edificio. Domínguez la fue a esperar al terminal de buses, según lo acordado. La alojó en un hotel y la siguiente noche, se instalaron en el segundo piso del ruinoso edificito... Todo estaba en penumbras; la espiritista improvisó una pequeña mesilla con un cajón y la cubrió con un mantel negro bordado, que extrajo se su maletín. Luego colocó cuatro velas en el piso según los puntos cardinales, con tiza dibujó alrededor unos signos irreconocibles y se sentaron en sendos cajones que fungieron de sillas. La espiritista abrió un libro y comenzó a leer en voz alta y en una lengua extraña. El hombre tragó entero y sudaba copiosamente, aún así no salió corriendo como deseaba, sino que procuró mantener su entereza.

Luego de sacar un manojo de ramas, la mujer esparció las yerbas por el sitio y nuevamente se sentó… Al momento se materializó la conocida sombra. Esta vez se dirigió a ella en una lengua desconocida para Domínguez. A medida que fantasma y espiritista conversaban, el cuarto se heló y una espesa niebla envolvió todo… La mujer quemó unas cuantas yerbas y se tomaron de las manos. Un olor penetrante se desplegó en el lugar... A Domínguez le entró un sopor y una pesadez, que terminó mareado y cerrando los ojos…

Cuando despertó, no tenía noción de lo sucedido. Estaba en la cama de un hospital y su mujer hacía guardia al lado… ¿Dónde estoy?...Qué es esto… Cálmate. No debes agitarte…¿Cuánto tiempo llevo aquí?… Has estado en coma como veinte días, le respondieron… La mujer llamó rápidamente a una enfermera: ¡Despertó, despertó! ¿Y que son estos vendajes y este yeso en la pierna? ¿Qué me pasó?…No recuerdas, pobrecito, le dijo su mujer.

Su recuperación fue más lenta que la del edificio. Cuando pudo pasar por allí –después de cuatro meses hospitalizado- constató que lucía como un inmueble nuevo y cuidado. Dedujo que el trabajo de la espiritista había surtido efecto, ¡de que vuelan, vuelan!, pensó. Lo que no recordaba en absoluto, era eso de que había saltado desde el segundo piso... Intentó comunicarse con ella para cancelar sus emolumentos, pero sus llamadas fueron en vano. Decidido volvió a Birongo, para aclarar las cosas. En la casa donde había estado anteriormente ahora vivía una familia y el letrero de la Sociedad no existía. Nadie le pudo dar señas de la mujer... Finalmente Domínguez decidió olvidar todo y retornó a su vida habitual. Puso nuevamente un aviso para la venta de los apartamentos. Los primeros compradores que se presentaron, fue una pareja muy despareja: una mujer excesivamente alta, acompañada por un hombre muy pequeño…


Caracas, octubre 2010
Ilustración tomada de la web.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Como a mí me gustó tanto el primer capítulo, América, por lo original del tema y porque no le sobraba ni le faltaba nada y era redondo como un círculo, decidí aceptar el reto. Muy difícil, por cierto, pero a pesar de lo terrorífico, divertido.
Gracias y felicitaciones por orientarnos.
Abrazos,
Myriam