17 marzo, 2010

Como una lata de agua



Cómo le digo a misia Rosalía, cómo se lo digo. La pobre ya está toda reumática. No es para menos, subiendo estas escalinatas hasta la punta del cerro, con esas latas de agua en el lomo… Cuántos años. ¡Demasiados! Es mucho aguantar; criando sus tres tripones. A uno ya se lo mataron por una rencilla entre bandas. Siempre lo mismo: con dictadura, con democracia, con revolución. Nada cambió para ella... ¡La misma mierda! Como decía el cómico aquel que se lo llevó la vaguada en Vargas: los gobiernos pasan, pero el hambre queda... Ofrecimientos, promesas. Peticiones a todos los santos: José Gregorio, Negro primero, San Judas y Ma. Lionza, todos juntos revueltos e iluminados,en el pequeño altar de misia Rosalía…sordos a sus rogativas.

La conocí cuando llegó de su Carúpano natal. Se vio huída tras el negro Ramón: un colombiano costeño, hablador, simpático, buena gente. Dizque locamente enamorada. Yo ya tenía mi bodeguita en el cerro. Cuando se dieron cuenta que aquí en la ciudad se vive tan mal o peor que en el pueblo se pusieron a trabajar duro, dispuestos a comerse la ciudad: levantaron su casita de ladrillos y techo de zinc. El trabajó de albañil, de guardia nocturno, de barrendero, de lo que saliera. Rosalía lavaba, planchaba, hacía empanadas. Se fajaron parejo. El negro Ramón cuando comenzaron a llegar los tripones no se desentendió de ellos. Hasta el mal momento en que fueron creciendo y el primogénito Felipito se le desbandó. ¡Mijito que usted anda en malas compañías! ¡Mijito dejesedeso, la droga mata!.. Pero no, no fue la droga la que lo mató. Fue el “Tuerto” que en una reyerta le lanzó un navajazo.

De allí en adelante la desgracia se enseñoreó con ellos. Todo se dificultó; los trabajos, la salud, la convivencia y el barrio cada día más agresivo. Las bandas azotando; los policías dirigían los atracos; el pago de peaje para subir o para bajar las ciento y tantas escalinatas. Hasta me vi obligado a enrejar mi bodeguita pa´poder despachar, me sentía preso, pero qué le iba a hacer… Así transcurrieron los años para Rosalía. Al negro Ramón lo mató el aguardiente. Nunca se repuso de la muerte de Felipe y le dio por beber. Se volvió pendenciero. Dicen que le dio cirrosis. No se bien, el caso es que se murió y a duras penas entre todos en el cerro le compramos su urna y lo enterramos en el Cementerio general del Sur. Para esa época nació la carajita. Rosalía se quedó bregando sola, con su otro hijo y la muchachita. Fueron creciendo; mas o menos se educaron, como todos los del cerro asistían a la escuela de Fe y Alegría que está instalada aquí; pero por más que los curas le hacen la lucha para inculcarles sanas costumbres, el barrio es muy arrecho y puede más que cualquier cosa.
¡Y cómo le digo la vaina!.. Le va a caer como una lata de agua fría. Mire que aconsejé a mi muchacho, pero no escucha… Déjate de eso; termina de estudiar. Ustedes están muy jojotos… Es difícil manejarlos a esa edad, muchacho no piensa… Sólo por ser jóvenes se creen Superman y van contra el mundo… Pero que va, preñó a la carajita de misia Rosalía y esta madrugada se largaron del cerro, con una maletica y sin real, dizque a ser su vida. Las vainas se repiten. La vida da las mismas vueltas, pero esto va matar a la vieja…


Caracas, 16 marzo 2010
Ilustración tomada de la web.

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