01 febrero, 2009

Cuando se apagan las luces...



y se ilumina la pantalla, entramos a un mundo mágico. No importa la edad, siempre nos dejaremos atrapar por el cine. Recuerdo cuando era muy joven que mi padre, para ese entonces miembro fundador del Círculo de Cronistas Cinematográficos de Caracas (CCCC) * me llevaba a cuanta función, estreno o festival cinematográfico se presentara en la capital. Por cierto que mi papá no ejercía ningún tipo de censura al respecto -a veces el sueño era el censor- sólo se limitaba a orientarme sobre lo que vería haciendo énfasis siempre en la calidad artística de los directores e interpretes y los valores estéticos del film en cuestión. Generalmente en éstas sesiones, alguno de los miembros del CCCC conocedor de la materia, dictaba una pequeña charla o introducción acerca de lo que sería proyectado. Gracias a esto, vi mucho cine internacional de calidad, que por allá por los 50-60 las distribuidoras traían al país. Creo que gracias a ésta experiencia y con el correr del tiempo me he formado cierto criterio al respecto, que he venido enriqueciendo con textos de crítica cinematográfica como los de los ya fallecidos: Juan Nuño (una veta no muy conocida de éste filósofo) y del novelista cubano Guillermo Cabrera Infante; amén de las reseñas cinematográficas que mi padre escribía. Nunca perdí el interés y asistí a talleres y cursos de apreciación cinematográfica. Ahora, para no desactualizarme, reviso las páginas web y los múltiples blogs que sobre la materia se encuentran en Internet.

Disfruté de proyecciones de variadísima índole: cine mudo, cine de post-guerra, neorrealismo italiano, western, cine negro, musicales hollywoodenses, cine experimental, dibujos animados y pare usted de contar. A veces me dormía si el film era de Bergman. Empero luego que he vuelto a ver sus películas en mi adultez, me causan otro efecto: me patean el alma. Para ese entonces, los realizadores no contaban con la cantidad de recursos y adelantos que existen hoy en día y tenían que ingeniárselas para realizar esas secuencias que hoy nos parecen tan naturales y corrientes. Nada de películas de efectos especiales, sonidos y trucaje, ni aplicación de computadoras, recursos de los cuales se vale hoy la industria cinematográfica para complacer a sus millones de seguidores en todo el mundo.

Si algo hay que en verdad está globalizado es el cine. Hoy más que nunca nos encontramos películas con un director gringo o chino; un reparto que incluye actores italianos, alemanes o australianos; guiones escritos por latinoamericanos; musicalizadores y camarógrafos asiáticos o africanos y rodadas en cualquier lugar del mundo donde se ofrezcan las necesarias condiciones –especialmente de costos- para finalizar procesadas en un estudio inglés o canadiense. El cine independiente –ese que no se rige por las imposiciones de los grandes estudios: MGM, Warner, Universal, etc- también ha incursionado en el mercado con no menos buen pié y hasta festivales fuera de los grandes circuitos tienen: Sundance. Los documentales merecen mención especial, ya que han logrado una calidad que los hacen meritorios al momento de competir. En cuanto a reconocimientos, actualmente se incluyen varias categorías: distribuidores, directores, guionistas, actores y actrices, técnicos (diseñadores, iluminadores, efectos especiales, etc) es decir que festivales y premiaciones cinematográficas hay por doquier y han llegado a convertirse hasta en un atractivo turístico.

Es sabido que la industria cinematográfica ha debido plegarse a las actuales exigencias del mercado y a la desleal competencia hecha por la TV por cable, los DVD, la WEB todos esas tecnologías, amen de la piratería. Será muy cómodo traer el cine a casa, pero es muy diferente la sensación que percibimos cuando ya instalados en la sala (con servicio VIP si se desea), sentados en una butaca reclinable, se apagan las luces y se ilumina la pantalla. O quizá ese efecto me sucede, porque tengo en mi subconsciente las muchas vivencias compartidas con mi papá, en una sala de cine.

Entonces, los invito a disfrutar de una de las secuencias fílmicas de mi preferencia: http://www.youtube.com/watch?v=wEFugVbzsSo

*ver: cuandoestuvieron.blogspot.com


Caracas, febrero 2009

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias América por dejarme conocer tu historia con el cine, y por contarla tan bonito. Yo me acerque al cine desde chiquita también pero por razones distintas: era el espectáculo más barato que había. A mi hermano mis padres le daban diez bolívares, una fortuna, y nos íbamos los dos en autobús, yo de nueve años y el de doce, a la Cinemateca Nacional. Con eso alcanzaba para ir, ver la película comiendo cotufas y volver. Allí me arrullo El Séptimo Sello. La dormí calculo como a partir de los veinte minutos la primera vez que la vi. Y enmudecí por una semana después de El Bebe de Rosmari. Tenía sus riesgos que nadie chequeara la edad de los espectadores al entrar. Ciclos de Chaplin. Cine Francés. Cine Italiano ...Coincido en que no es lo mismo ver películas frente a un televisor que en una sala de cine. Incomparable la sensación, la espectativa, la emoción compartida que se multiplica.Y Cinema Paradiso ... hay que tener algún tipo de problema orgánico para no llorar viéndola. Odila.