11 diciembre, 2008

La vuelta al mundo.


 

Harta gente embarcamos en desta aventura por hacienda y honores, para salir desta nuestra mísera condición. ¡Agora con el correr del tiempo, dícese que acometimos la tan desemejable acción de circunnavegar el mundo! Ansí a pesar de los ruegos de mi madre por ser aún mozalbete –un grumete nunca sobra en una nao- me alisteme en la expedición de mi Capitán Don Hernando. Todo os lo contaré detalladamente: los dilatados mundos, otros seres, otras bestias y vegetación innombrables para nosotros. Mar y cielo por meses, por años. Ríos caudalosos que parecían mares. Montañas de hielo. Un silencio sepulcral y el maldito viento ora tempestuoso ora calmo, que nunca aparecía y manteníanos varados en deste paraje de pesadilla. Nativos que agora no me atrevería a juzgar de salvajes, dado que nos acicateados por el hambre, desfallecientes por el escorbuto y el beriberi, ateridos de frío -extraviados en mares procelosos- llegamos a cometer peores fechorías... Vide al santo convertirse en pecador y al hombre convertirse en bestia. ¡El sobreviviente que no niegue que yantó de los muertos! Vide el tesón de mi capitán Don Hernando, ante las vicisitudes y deserción de sus pares, la pérdida de sus naves y finalmente caté su duecho conocimiento de la geografía y la navegación al adentrarse por deste estrecho de Todos los Santos, que pensábamos nos llevaría al infierno...

Luego conocí del paraíso: ínsulas encantadas, con clima benigno, llenas de frutos carnosos, jugosos y coloridos. Cantos de aves nunca antes escuchados; peces diversos. Conocí las especias aromáticas. Nativos aguerridos, tan valientes como cualquier soldado de los tercios de Su Majestad. Supe del dolor cuando vide a mi Capitán Don Hernando morir en batalla en una ínsula que mientan Mactan y por último, soy uno de los pocos venturosos que logró llegar nuevamente a casa en la única nave que pudimos rescatar. Quizá por mi juventud, quizá gracias a la providencia a quien mi buena madre oraba a diario, durante desos luengos años que duró mi travesía. No lo podría asegurar. Fuime de mi terruño mozalbete y llegué convertido en hombre.

Hagamos una pausa y refresquemos el gaznate, Maese Pigafetta: ¡ventero, acá dos pintas más! Prenda papel y pluma vusía, que desconoce la aventura completa y comience a escreber -a duras penas sé garabatear mi nombre- empero los recuerdos anidan en cualquier mente... Zarpamos con cuatro de las dichas naos bien apertrechadas y doscientos treinta y cuatro almas, dese Puerto de San Lucar un año de 1519…

Caracas, diciembre 2008

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