29 julio, 2008

La cita.



Es de pensar que una cita tan casual no debe afectarla tanto... No consideró, que si ese encuentro nos vuelve a ubicar donde estuvimos hace veinte años, sus consecuencias pueden ser devastadoras…

Tampoco imaginó la imprudencia que cometía al telefonearle. Lo vio en un programa transmitido por televisión y se le ocurrió localizarlo para felicitarlo por su acertada intervención... Quedaron en encontrase en una pastelería. Innegable que los años pasaron para ambos. Pero aún así seguía siendo encantador. Al menos en ella seguía ejerciendo cierta perturbación...Unas cuantas tazas de café los puso al día: Sigo de profesor y me casé, cansado de esperarte… Yo me divorcié y ahora tengo nietos... Se reavivaron los recuerdos, con su mano entre las de él.

Llegó el momento de despedirse. Caballeroso, para conducirla hasta su auto, la tomó de la cintura así como lo hacía antes en la Universidad. Un pequeño espasmo le recorrió la espina dorsal. ¿Acaso él lo noto?.. Los protocolares besos en las mejillas y un fuerte abrazo concluyeron la cita.

Le afectó dejarlo. Todos los demonios internos se le revolvieron durante el recorrido a casa... Los recuerdos aparecieron en avalancha causando una conmoción. Lloró con las entrañas un llanto ahogado y profundo. Sacó en claro, por qué estaba sola. Comprendió que siempre lo había buscado en los otros hombres de su vida.

Caracas, abril 2007


Ilustración Vettriano

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