29 enero, 2007

Frente a mí misma.



Aquí estoy en El Prado -no es para menos- dada mi alta prosapia; sonreída, recostada provocadoramente sobre almohadones en mi canapé. Los brazos detrás de la nuca soportan mi cabeza. Desenfadada, a la espera que vengan a extasiarse con mi belleza.

Soy doble y soy única. No por error, ni por pudor, como dice la conseja. ¡Francisco y yo jamás nos llevamos por tales pareceres! El lo quiso así, lo hizo adrede -como una travesura- a manera de trompe-l'oeil. Yo frente a mí misma. Acertaron con la intención del pintor. Estoy colocada de forma tal que si te paras frente a mi y miras a un lado, me verás desnuda y del lado opuesto aparezco vestida. Algunos prefieren detenerse en mi cuerpo: admirar mi piel, mis axilas, mis turgentes pechos, la concavidad de mi vientre, mis piesecillos. ¡Ah Paco, como me conocías! Los mas pudorosos me prefieren trajeada. Entonces se recrean en los finos detalles y el colorido del traje goyesco ...

Aquí viene a contemplarme un tropel de seres de todas las épocas y edades: unos rubios altos, otros morenos fornidos y unos bajitos de ojos rasgados que portan un sinnúmero de extraños aparejos. Hablan idiomas que desconozco, pero sus rostros bien que reflejan el deleite que les causo. Todos concuerdan -eso sí que lo entiendo- me lo dicen sus ojos; vestida o desnuda, ¡Soy muy maja!



Caracas, mayo 2003
Ilustración: Goya

02 enero, 2007

Consumismo.


Cualquiera cree que hacer un mercado es cosa muy sencilla. El que así piensa nunca a hecho mercado en un país del llamado primer mundo. A ver si me explico. Nosotros, habitante del inframundo –hace ya tiempo que dejamos de pertenecer al 3ro.- cuando vamos a hacer unas compras, compramos lo que se consiga, así literalmente.
Montones de veces vamos buscando algún producto y por arte de birlibirloque éste ha desaparecido del mercado y debemos conformarnos o por comprar un sustituto, o por no adquirir nada.

Ir a un auto mercado en el primer mundo es toda una experiencia. Aparte de entrar al verdadero templo del consumismo. El comprador no habituado a la avalancha de productos que allí se expenden, termina por marearse o como mínimo agotado. Siempre acaba gastando más de lo estipulado ya que las tentaciones están por doquier. Fíjese si no....

Buscar mermelada es toda una aventura. Aparte de que hay tarros y tarritos: de vidrio, plásticos o de cerámica bellamente decorados, o en tubos cual pasta de diente. Puede usted conseguir mermeladas procesadas naturalmente –sin aditivos químicos- envasadas al vació, con una inimaginable gama de sabores y mezclas: piña con manzana, melón con patilla, cambur con fresas, manzana con rábano. Con azúcar y sin -para diabéticos- para reumatosos, para los cardíacos. Bien molidita –para los sin dientes- en trocitos, en trozotes, con pasitas o sin, etcétera. ¡A la final a usted ya se le olvidó cual sabor andaba buscando! Ni le cuento del proceso de selección que hay que hacer para comprar un piche kilo de arroz... De paso, parece ser que esos países tan avanzados aún no se avienen a eso del sistema métrico decimal. Ya por allí comienza la complicación para nosotros -deficientes mentales- habituados al gramo, medio kilo y kilo. Hay arroz de todos tipos y colores: arroz salvaje, arroz picado, grano entero, grano gordo, grano largo. Arroz pa´ paellas, arroz para hervir solito –a lo chino- arroz salvaje, arroz enriquecido. ¡A nosotros con arroz empobrecido nos basta!

Como todos los negros tomamos café -según canta Mamá Inés- me gusta saborear mi cafecito mañanero y salí en busca del preciado grano. Siempre considerando que los de allá –en el norte- lo que toman es agua sucia. Nunca como el cafecito que preparamos nosotros colado en media. ¡Craso error!

Me metí en un expendio especializado en estos menesteres -el globalizado Starbucks- que por supuesto además del café, vende toda la parafernalia y adminículos inimaginables para hacerlo: cafeteras, filtros, tazas, pocillotes, pocillitos, cucharitas y pare usted de contar. Cada uno de ellos mas bello y delicado que el otro. En vitrinas exhibidos los diversos tipos de granos: sin tostar, a medio-tostar, bien tostado. ¿De dónde? De Java, de Colombia –el más conocido- de Brasil, de Costa Rica, de Gabón, de Arabia, así ad infinitum. Yo ingenua, me puse a buscar café venezolano que por desgracia ni saben que existe. (De milagrito saben que de Venezuela salen a la palestra mundial unas lindas chicas que luego se convierten en misses y es como quien dice, cuando se transforman en seres humanos de verdad.) Bien, sigamos con el café...

Para colmo todo esto en mi precario inglés ¡Jolines! Me sentí cual cucaracha. Ahora viene el segundo round contra la máquina. ¿Cual botón apretar? Negro, marrón, cappuccino, machiatto, con panna o sin, con canela. ¡Más de una docena de botones! ¿Qué es esto, una dispensadora de café o una máquinita de juegos?

¿Quién dijo que éstos no saben tomar café? Precisamente la máquina después de leer las instrucciones en inglés y pulsar varios botones equivocados, me deparó el mejor cafecito negro –por cierto Costarricense- aromático y con sabor, que me he tomado en mi vida.


Vancouver, 2002

Ilustración sacada de la WEB.

Vida y vino.


En la vida hay dos tipos de personas, las que hacen vino y las que sólo lo beben...

Las que hacen vivo, participan de la siembra, la recolección y la maceración del mosto. Es decir la bacanal dionisiaca llamada vendimia. Luego vendrá la colada, envasada, y trasegada a los barriles. Después a esperar la maduración de la bebida para ser catado, aprobado, finalmente envasado y disfrutado en la mesa. En otras palabras, estas personas disfrutan apasionadamente de todos los pasos conducentes a obtener un producto final.
En cambio los otros, los que se conforman con beberlo no asumen riesgos y van directamente al producto. Lo disfrutan claro está, pero se pierden todo el resto.

Cuando a las persona que elabora el vino el producto final les sale defectuoso, es decir se les agria el vino, lo desechan y le queda la experiencia para hacer otro producto más perfectible. Si el producto final sale óptimo, continúan con su producción y mejoramiento de la calidad.

A los últimos a los que solamente beben vino, les puede quedar la embriaguez y el gusto de haberlo saboreado, Si el vino les hizo bien continuarán bebiéndolo y hasta quizá conformen una bodega aceptable. Si por el contrario les cae mal sufrirán tremenda resaca y no lo tomarán nunca más.

Así en la vida hay quienes disfrutan la vendimia y quienes sólo beben el vino... Los primeros viven una vida más arriesgada -lo apuestan todo- pero mucho más enriquecedora. Los últimos viven una vida más segura pero llena de carencias, conformista y monótona.

Parafraseando a Cicerón, a las personas les sucede como a los vinos: "Los buenos con el tiempo mejoran. Los malos se agrian".




Salud...!


Caracas, 2003

Ilustración de la WEB.