01 abril, 2007

La Semana Mayor.

Lástima que la Semana Mayor, sea sólo una semana...

Siempre me gustó esta festividad -no por ser muy devota ni creyente- sino que me recuerda cuando era niña y acompañaba a mi abuelita a visitar los siete templos el jueves santo. Vivíamos en la parroquia Catedral, a dos cuadras de la idem y también de la Santa Capilla. Para esa época Caracas no tenia tantos habitantes, la asistencia a los templos era placentera. No como ahora que se han vuelto un verdadero bululú y la policía tiene que custodiar a la filigresía. También me gusta la Semana Santa, no porque me vaya a la playa –mi época de vivaquear ya pasó- si no porque Caracas queda sola y apacible. Se puede disfrutar la ciudad. Se puede pasear a pié e ir a las plazas, parques y museos con mayor seguridad, ya que los barrabases o se han marchado a algún otro lugar –ellos también aprovechan el descanso- o andan metidos en alguna procesión no para salvar su alma, pero si para salvar su existencia terrenal.

Durante la Semana Mayor no hay buhoneros atravesados en todas las calles, no hay manifestaciones, ni protestas (lo que me parece muy considerado de parte de los protestantes) no hay colas ni trancas y lo que más me gusta es que no hay cadenas...¡Hurra…hurra! (esto también me parece muy considerado de parte de El Encadenado). Así podemos ver sin cortes -salvo los estrictamente comerciales- las mismas películas seudoreligiosas que transmitieron el año pasado, ahora promovidas con mayores gritos por parte de los locutores y con nuevas propagandas ya que los anunciantes del año pasado no son los mismos que los de este año.

Otro beneficio de esta festividad es que podemos practicar la fe vía rayos catódicos y satelital, participando de las procesiones en Sevilla, México, o directamente desde el Vaticano ¡Cuándo en mis tiempos! Aquellos que toman esta semana de recojimiento como un asueto se van a la playita. Muchas colas y accidentes en la vía, mucho hilo dental, mucho bronceador y mucho rajar caña. Gracias a los adelantos comunicacionales allá tendidos en una playa atiborrada de gente, bajo el tropical sol productor de cáncer de piel y con un televisorcito portátil al lado, reciben los beneficios de las transmisiones remotas de las misas Papales. Así se dan por muy satisfechos de haber cumplido sus obligaciones de buenos cristianos y encima de primera mano.

Las hondas hertzianas también ponen su granito de arena. Las emisoras radiales -salvo muy contadas excepciones- no nos atormentan con tanta musiquita changei, ni entrevistas políticas a opositores y partidarios, ni nos aturden con la avalancha de cuñas. Para beneplácito de nuestra salud mental nos dan un literal baño de música sacra: motetes, cantos gregorianos, misas y requiems mozartianos . También desempolvan el Popule meu ( por tener título en latín no deja de ser criollo) que es muy bello y sólo se escucha en estas ocasiones.

¡Ah, se me pasaba por alto! hasta la naturaleza ayuda amabilizar la ciudad en estos días. Tenemos un árbol llamado Chaparro, que también le dicen Nazareno por sus bellos racimos de flores color violeta. Siempre están floreados en esta temporada.

O sea, ¡Caracas bien vale una misa!


Caracas, marzo 2002

Ilustración tomada de la WEB.

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