Provisto de papeles: lápices, libros y su inseparable
pipa -bien abrigado- deseoso de recuperar el tiempo que consideró perdido a
causa del asueto navideño, el profesor Cardozo del Seminario de literatura
Hispanoamericana, en la Universidad de Austin se instala como es su costumbre,
a orillas del lago pese al frío reinante. Dispuesto finalmente, a la revisión
de aquellas notas que, sobre el desarrollo del “género fantástico” en la
literatura latinoamericana, anda arrastrando -intento tras intento- desde el
pasado semestre.
Con la rapidez que sus nervios se lo permiten recoge sus pertenencias y sube a su vehículo. Pensó en acudir a los a los bomberos: pensó en los guardacostas, pensó en ir a la policía y reportar un accidente o un crimen, pero quizá eso no sería prudente de su parte. La policía le haría un sinfín de preguntas y solicitaría muchos detalles de un hecho que él había observado a lo lejos y quizá terminaría involucrándolo. Pensó muchas cosas y después de desventuradas conjeturas optó por irse a su casa… Apenas llegar enciende la televisión y espera el noticiero de la noche, a ver si reportaban algo. Nada sucedió esa noche. No pudo dormir debatiéndose en el remordimiento del deber incumplido. A la mañana siguiente -sin poder borrar la escena de su memoria- se ducha, toma un café y se va a la universidad. Durante el transcurso del día no hubo noticia alguna relacionada con el asunto. En la noche el dolor instalado en su estómago no le permite cenar. Vuelve a encender el televisor pero nada… Esto lo llenó de desasosiego y cavilaciones. Tampoco esa noche logra dormir agobiado por turbios pensamientos.
En busca de la ansiada noticia compra la prensa tempranera. Por más que hojea el periódico de arriba abajo no encuentra nada que informe de un crimen; así que llegó a dudar de la veracidad de los hechos. Al tercer día, desde que tuvo lugar el acontecimiento, el noticiero de la noche reportó -con profusión de amarillismo- que en la represa del lago Travis, aparecieron flotando los cadáveres de una pareja de jóvenes aparentemente ahogados y un bote a la deriva. Hasta los momentos -dijo el reportero- se desconoce detalles de esta tragedia. Habrá que esperar la necropsia de los cuerpos y las pesquisas policiales, concluyó.
Cardozo lloró -él sí conocía los detalles- pero no
supo si lloraba por los infortunados jóvenes, o por la tensión acumulada, o por
él mismo. Ni esa noche ni las subsiguientes pudo conciliar el sueño elucubrando
los posibles móviles del asunto. Cuando las autoridades concluyeron sus
investigaciones, informaron que se trató de un doble suicidio a causa de unos
amores muy juveniles y muy contrariados... Un suspiro profundo precede la
calada de la pipa. Esa noche también fue
de insomnio consumida en la elaboración del cuento.
Austin, febrero, 2002
Ilustración sacada de la web.
Ilustración sacada de la web.
2 comentarios:
Me gustó Grunilde. Eres una buena escribidora...
La Gertrudis
Se ve interesante, aunque un poco obvio. Aún así, es una buena historia.
Ojo: El formato de las letras no es el mismo en el texto.
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