21 agosto, 2011

Un elefante como ningún otro.



Jacinto nunca salió de su remoto pueblo. No tenía idea de lo que era la modernidad: una ciudad, vehículos, luz eléctrica, automercados. Toda su mediana e insípida vida transcurre en el mismo sitio, en la misma casita, en la misma montaña… En ese pueblo nunca pasa nada, hasta ese día en que Jacinto, como de costumbre, se levantó temprano y se fue al centro del pueblo. Un gran cartel anuncia la llegada del Circo. No los sintió venir. Llegaron al anochecer y ya al siguiente día instalaban carpa y un camión vociferaba el inicio de las funciones. Seis días, cinco noches, para continuar al próximo poblado…


El circo que llegó, era uno de esos trashumantes, empobrecido y sin mayores atracciones que un viejo elefante: una linda muchacha que hacía piruetas sobre el animal, cuatro payasos, dos trapecistas y eso era todo. A Jacinto aquello le pareció un cuento de las mil y una noches, que tampoco había leído nunca, pero que todos referían como algo de ensoñación. Esas noches que Jacinto fue al circo, no pudo dormir tranquilamente. El corazón le batía, sus sueños eran agitados y anheloso esperaba el siguiente día para volver a ver la bella chica que aparecía con el elefante. ¡Que hermoso animal! Grande, corpulento; que largos colmillos… ¡Como se mueve parsimoniosamente al ritmo de la música! Es extraordinario. Hace todo lo que la chica le indica. ¡Nunca he visto cosa igual!

Faltando una noche para que el circo desapareciera, Jacinto fue a la función como de costumbre, pero finalizada no regresó a su casa. Espero dando vueltas por la mal iluminada plaza hasta bien entrada la noche. Luego se dirigió a la carpa del circo. Sigilosamente atravesó la pequeña pista, siguió hasta las carretas y más allá donde se encontraba el elefante. Allí estaba la corpulenta figura que se balanceaba, atada con una cadena a un poste en tierra. ¡Imposible! Tan noble animal encadenado… Jacinto lo tomó como una afrenta. Con dificultad la ganzúa reventó la atadura. Logró movilizar al paquidermo que lo seguía mansamente al final de la cadena, como un perrito faldero -batiendo sus enormes orejas- al sonido de su conversación. Nadie pareció percatarse de las dos figuras que atravesaban el poblado. Cuando llegó a su casita ya amanecía. Jacinto dio de beber al elefante y tomó una gran decisión… ¡Te voy a pintar de rosado, para que nadie te encuentre! le dijo.

Caracas, agosto 2011
Ilustración tomada de la web.

14 agosto, 2011

Se va la bolaaaa..

Y se va, se va, se va, la bolaaaaa…

Hace años comentarista radial de beisbol llamado Delio A. León, decía esto con mucho entusiasmo, cuando un jonrón atravesaba el campo. Lo recordé, porque asistí a un partido con motivo de la boda de mi sobrinanieta Eliana Cristina, que se casó con un chico llamado Kevin, que ahora también será mi sobrino-nieto. Los padres de la novia organizaron toda una semana de festividades, muy amenas y lucidas. Mejor dicho RosaLeo, la futura suegra, corrió con la organización de las Fiestas patronales: desayunos con champagne, reuniones, té, comilonas, baile, barbecues, celebración de mi cumplesiglos, boda por todo lo alto y no podía faltar el beisbol.
La cuestión parece una manifestación masiva. Un río de gente que viene de todas partes, a pié, en metro o en taxi, para no perderse el juego. Llegan temprano a reunirse en un pub o bar cercano al estadio, a escandalizar: escuchar música con los mayores decibeles posibles, comer “tapas” y tomar mucha cerveza... Me pareció exorbitante las porciones de comidas que sirven en estos lugares. La cantidad de comida, la variedad y calidad de los productos en los supermercados y tiendas, son una señal inequívoca de una sociedad de la obesidad y abundancia.


Pues que nos invitaron a ver un partido entre los Medias rojas (Red sox) de Boston y los Indios (Indians) de Cleveland . Por estar en el pub celebrando anticipadamente, llegamos tarde a la ceremonia de inicio del partido y nos perdimos el himno, la mascota y toda esa parafernalia… Esa tarde el clima estuvo benévolo; como era al aire libre disfrutamos de una grato atardecer. Yo pa´llevar la contraria a ese pocotón de bostonianos que aupaban a sus R.S. me apunté a los indios, quienes terminaron dando una paliza de 7 a 0 a los de la casa. A los cuatro gatos que aupábamos a los Indios: Rafa (con camisa de los M.R para despistar), más seis chicos que se desgañitaban en la fila de abajo y yo, cuando hicimos nuestra pequeña olita, nos rechiflaron, apabullaron, se mofaron, pero sin llegar a mayores.


Los gringos son fanáticos de este deporte, el estadio estaba hasta el tope, familias enteras con los niños, todos a la altura de la circunstancia con sus respectivos distintivos: gorritas, franelas, pancartas, banderines. Según anunciaron por las enormes pantallas, ese día se vendió todo el aforo. Con nuestros devaluados bolívares el ticket resulta así: 50 $ = 21.500 bf, detrás del center field, en las gradas con cómodas sillitas.
En ambos equipos juegan peloteros venezolanos: hay 86 venezolanos en las grandes ligas... Cuando uno de ellos está al bate brincamos, aplaudimos y chillamos a más no poder. Mi hija que es magallanera grita y gesticula por su equipo, otro de los leones pelea por el suyo. A cada cual se le ocurría una travesura, un chiste; un despelote divertidísimo… Hacía siglos que no iba a un juego de beisbol. Salí afónica de tanto gritar, pitar, reir y echar vaina.



Fenway Park (sede de los Medias rojas desde 1912) es lindo en su género, bien mantenido, con pasillos amplios donde se adquiere comidas, bebidas y souvenirs. Señala la tradición del lugar, que quien baje a hacer pis, debe subir cargando dos cervezas de vuelta como mínimo. ¡Lo único que me faltaba! subir ese pocotón de escaleras con dos vasos de birra. ¡Estrai!... Bastó y sobró pa´que no tomara más cerveza y fuera una sola vez a hacer una precisa.


Demás está señalar que fue una acertada invitación y que me pareció estupenda la experiencia. Gocé un montón, la pasamos muy bien y nos divertimos toda la parentela junta, además de los invitados que vieron de tierras lejanas… ¡La próxima iré a los Medias rojas.!

Caracas, agosto 2011


Ilustración tomada de la web.