16 marzo, 2011

Me alquilo para escribir



Siempre me he ganado la vida escribiendo. No escribo novelas, ni ensayos, ni poesía. Escribo eso que también llaman correspondencia comercial, pero en especial cartas. Cartas de amor y desamor… Muchísimas y no porque tuviese muchos amores, o por que me haya enamorado tantísimo y me hayan abandonado más, no. Las escribía para los demás. Para aquellos que no sabían escribir ni leer, u otros que no se sentían capaces de expresarse. Entonces yo me inspiraba, porque no era que tuviera un patrón para calcar, eso lo dejaba para las cartas comerciales. Cada una de mis misivas amorosas era diferente. ¡Que inspiración tenía! Jamás repetí una carta, aunque el “te quiero” fuera el mismo… Claro que ayudaba la respuesta del remitente, él o ella. Transformado en mujer u hombre, según fuera el caso... Me metía en el personaje y hasta le hacía seguimiento al rollo afectivo... Soy un hombre preparado, es decir terminé el bachillerato. Como no pude completar una carrera y siempre sentí cierta inclinación por las letras, sabe, leo mucho todavía, me puse en estas. Compré una máquina de escribir secretarial –de esas con el carro grandote- para la época de una reconocida marca y muy en uso; instalé aquí en la plaza debajo del tamarindo, una pequeña mesa plegable: dos sillas también plegadizas y una resma de papel…En una cartulina, a manera de anuncio –con una bella letra cursiva- puse: Me alquilo para escribir.

Recuerdo bien la primera persona que se acercó. Mi primer cliente, que luego regresó varias veces, fue un joven panadero -de la panadería de allá enfrente- por supuesto, pidió que le hiciera una carta de amor... El leía y escribía de una manera burda, sin ninguna inspiración. Parece ser que la muchacha quedó complacida ya que él corrió la voz y entonces todos los mozos del barrio venían a solicitarme les escribiera algo. También las mozas: mas tímidas pero no menos enamoradas, o sufrientes cuando se rompía un compromiso.. Hice hasta las veces de confesor; para poder saber qué argumentar necesitaba conocer los pormenores del asunto... Así supe que fulanito amaba a fulanita; que ésta carta respondía a la que firmé por aquél y viceversa... No lo ha de creer usted, pero hasta señoras casadas pasaron por mi escritorio, para enviar -con mucha discreción- alguna que otra misiva amorosa. ¡Vivas las condenadas! No soltaban prenda... A quién va dirigida, preguntaba yo… No sólo póngale, mi vida querida, o póngale mi corazón, o mi adorado tormento, ¡Leí un poema que comenzaba así! ¿ Suena bien apasionado, verdad?

Terminé aprendiendo toda esa terminología legal. Sabía dirigirme a un tribunal: a la municipalidad, al registro –con papel sellado- y otros organismos, hacer reclamos, redactar testamentos y pare usted de contar... Me enteraba de los pequeños negocios de la gente del pueblo. Que si el señor tal, le vendió a este otro. Que a fulano lo van a embargar… En fin, usted sabe como es: ¡pueblo chiquito infierno grande!

Ahora, qué le puedo decir… Ya mi tiempo pasó y no soy útil. De vez en cuando viene alguien para redactar un documento para notariar y cosas por ese estilo; así como usted… Llegó la modernidad y el boom de las comunicaciones. Ahora la gente, con esa moda de los teléfonos celulares y eso que llaman blackbery - ¡hasta el barrendero de la plaza tiene uno!- a gente no le interesa redactar con estilo, con gracia, correctamente. Las bellas cartas de amor se extinguieron… ¿Usted se ha fijado cómo escriben? Puros garabaticos. Lo peor, es que uno ha tenido que volver a aprender a leer para interpretar esa serie de geroglíficos… Creo que voy a terminar escribiéndome a mí mismo, para no perder la costumbre... ¡En fin ¡ a ver acá, a quién fue qué me dijo que va dirigido esto…

Caracas, marzo 2011
Ilustración tomada de la Web.

1 comentario:

DINOBAT dijo...

Me gustó el blog...el pasado puede ser mejor pero puede ser mentira por igual...