04 enero, 2009

Flores para Tita (teatro breve)



Personajes:

Hombre 1: de mediana edad. Frisando los 50 años, ya pinta canas. Muy bien trajeado: ropa oscura, corbata negra. Carácter introvertido.
Hombre 2: un poco más joven que el otro. Aproximadamente 30 años. Trajeado con ropa deportiva corriente. Carácter extrovertido.
Mujer : joven. Vestida modestamente, a la moda.

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Epoca actual.
Un acto, una sola escena:


La obra se desarrolla en un cementerio, en horas de la tarde.
Deberá aparecer en escena una tumba con una lápida diagonal. Su inscripción visible al público, donde aparecerá el siguiente texto: Tita Melián (1960-2005). La tumba tendrá a un costado, un jarrón para depositar flores. Diagonal a la tumba un banco de madera con respaldo. Espacioso para que quepan dos personas. El banco debe estar de cara al público. Cercano al banco, pero no de cara al público, un bote para echar la basura. A prudente distancia de esta escena, un árbol. Algunas otras lápidas cercanas. Vegetación y grama en el entorno. Música tenue de fondo.

Al abrirse el telón, el hombre 1 apesadumbrado está sentado en el banco, con un ramo de lirios blancos en las piernas. En la tumba hay una ramo de girasoles ya marchitos. El hombre mira fijamente la tumba. Luego de un momento, suspira profundamente y se enjuga unas lágrimas.

En ese preciso instante entra a escena el hombre 2 ,sin reparar en el personaje que se encuentra en el banco. Se dirige a la tumba, saca las flores marchitas del florero y colocas los girasoles. El hombre que está sentado, frunce el seño en señal de extrañeza, pero no le dirige la palabra. Cuando el hombre 2 termina de colocar las flores frescas, recoge las muertas y se dirige al bote de basura para echarlas. En este momento se percata del otro hombre.
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Hombre 2: (va hacia el banco y se sienta)
-Buenas tardes.
Hombre 1: (pregunta señalando hacia la tumba, con la mano).
-Buenas tardes. ¿Su amiga ?
Hombre 2:
-¡Podría decirse! Si, creo que eso éramos. Compartimos muchas cosas.
Hombre 1:
-¿Está seguro?
Hombre 2:
-¿Seguro de qué ?
Hombre 1:
-De eso, de compartir muchas cosas.
Hombre 2:
-Claro, la conocí por tres años.
Hombre 1: (extrañado)
-¿A Tita ?
Hombre 2:
-Si, claro. ¿Por qué pregunta? ¿Acaso viene usted a poner flores en la misma tumba ?
Hombre 1:
-Exactamente. ¿Le extraña ? A mi me llamó la atención conseguir esos girasoles.
Hombre 2:
-¿Por qué ? Ella merecía eso y mucho más.
Hombre 1:
-Seguramente...

(Ahora los hombres se miran con desconfianza y comienzan un diálogo capcioso)

Hombre 2:
-¿Usted también la conocía ?
Hombre 1:
-¡Desde hace mucho!...Tanto sabía de ella que le traje lirios blancos. Su flor preferida.
Hombre 2:
-No. mi Tita adoraba los girasoles.
Hombre 1:
-La mia siempre tenía lirios blancos en los jarrones de la casa. Era un ritual que cumplía cada viernes...(rememorando) Odiaba los girasoles. Decía que no eran flores. Que en vez de dar perfume daban aceite para freir.
Hombre 2:
-La Tita que yo conocí decía que los girasoles eran muy inteligentes porque amaban al sol. En el apartamentito, el único cuadro que había era una reproducción de unos girasoles de un pintor holandés, medio loco según me contó. Además que yo recuerde, no era muy dada a las labores domésticas. Siempre estaba viajando.
Hombre 1:
-¿Y eso por qué?
Hombre 2:
-Cuestiones de trabajo. Era aeromoza.
Hombre 1: (cada vez más desconcertado)
-¿Aeromoza?
Hombre 2:
-No se extrañe. Es una profesión como cualquier otra. A las mujeres les vienen muy bien. ¿Y usted, en que trabaja?
Hombre 1:
-Soy abogado. Ejerzo por mi cuenta.
Hombre 2:
-¡Ah! Yo tengo un pequeño negocio...
(Rebusca en el bolsillo de la chaqueta y saca unos cigarrillos, que le ofrece a su interlocutor. Este los rechaza con un gesto de agradecimiento. Enciende uno para sí)
-Ella, no fumaba. Siempre me peleaba el vicio. (pausa)
Como le vengo diciendo. Soy de los despedidos de Pdvsa. Tengo un pequeño negocio. Una franquicia, que me está costando mucho mantener. Con eso del control de cambio. Usted sabe.
Hombre 1: (Coloca las flores a un lado, en el banco y se gira un poco para hablar directamente de cara al hombre 2)
-Si no le molesta ¿Me puede hablar un poco más de ella ?
Hombre 2: (rememorando)
-¿Qué le puedo decir? Era una mujer maravillosa. Siempre alegre, llena de vida. Extrovertida, un poco alocada. Ocurrente. Jamás me dijo su verdadero apellido. De acuerdo a como se sintiera interpretaba a Sharon Stone, a Penélope Cruz, o de cuero negro a Angelina Jolie. A cualquiera que se le ocurriera.
(con picardía) ¡Y mejor no le cuento los personajes que asumía en la cama!.. (pausa) Nos veíamos una vez a la semana. Siempre estaba muy ocupada volando. (sonríe) ¡Pero como aprovechamos esos momentos !
Hombre 1:
-Mi esposa Tita, era una mujer muy dedicada a la familia. Muy de su hogar. No conocí otra igual de responsable. No abandonaba sus quehaceres. Salvo los jueves. Iba al gimnasio o la peluquería, o a jugar canasta con sus amigas. Usted sabe, como son las mujeres con sus amigas. Una cofradía impenetrable e indescifrable para nosotros los hombres. Era un mujer de buen carácter. Nunca quiso usar su apellido de casada. Decía que no se sentía identificada con él. Por eso hice poner en la lápida su apellido de soltera. (suspira) Su único exceso y eso fue los últimos años, era tomarse todo los jueves.
Hombre 2: (evocando)
-La conocí una mañana en un café. Creo que esperaba a unas amigas. Allí se fueron haciendo más seguidos nuestros encuentros. ¡Que coincidencia! Ahora que recuerdo esos encuentros eran los jueves... Me contó que era divorciada y aeromoza. Yo también soy divorciado. Dijo que tenía que trabajaba para mantener a su Mamá. Allá en Mérida.

Hombre 1:
-Si no fuera porque usted me describe a esa mujer tan diferente. Juraría que estamos hablando de la misma persona. ¡Sin ánimo de faltarle a mi fallecida esposa!
Hombre 2: (se levanta, se saca la chaqueta. La coloca en el espaldar del banco. Se vuelve a sentar)
-Quizá estemos hablando de dos mujeres diferentes. ¿Cuantas Titas existirán? Por lo pronto, en este cementerio no hay otra tumba con ese nombre. ¿Quizá todo sea coincidencia?
Hombre 1:
-Yo si sé cual es ésta. Fue mi mujer durante 14 años.
Vivimos un matrimonio bien avenido. No tuvimos hijos. Ella no podía. Eso no fue impedimento para llevarnos bien. Creo que precisamente por eso vivíamos el uno para el otro. ¡Salvo los jueves! Era el único momento en que nos separábamos de mutuo acuerdo. También opte por reunirme con mis amigotes ese día. ¿Que le puedo decir ? ¡Tita vivía para hacerme feliz !
Hombre 2:
-¿Su mujer? ¡Coño, no puede ser! Debemos estar confundidos. Mi Tita vivía en un pequeño apartamento. En el centro de la ciudad. Tan pequeño que ni cocina había. Además para qué, si ella ni hervir agua sabía. La dieta la proveía yo. Pizza, Arroz chino, McDonal´s. Cualquier cosa que se recalentara en el micro-ondas. Y cervezas, eso si. Mucha cerveza. Terminé por tener las llaves de casa. Preparaba todo. Luego ella hacía su entrada triunfal. Fue allí donde me llevó la primera vez. Allí nos seguimos viendo religiosamente. Una vez a la semana, durante tres años. Hasta el fatal accidente.
Hombre 1:
-¿Ah, es que murió en un accidente ?
Hombre 2:
-Sí, se estrelló en su carro. Fue algo horrible. Todo me lo contaron. Yo no estaba ni llegué a verla.
Hombre 1:
-¡Ve! En cambio mi Tita murió de eso que optamos por llamar eufemísticamente un mal incurable. Eso que hasta nos da miedo nombrar... Como si fuera contagioso. Así como la atacó se la llevó. De repente.
Hombre 2:
-Yo me enteré después. Fui dos veces al apartamento. No tenía ni donde telefonearle. Tita odiaba los teléfonos celulares. Opté por continuar la rutina. Al cuarto jueves; casi enloquecido por su desaparición, pregunté a la conserje del edifico. ¿Sabe algo de la señora del 42? ¿Acaso me había dejado algunas señas ? Me informó, con mucha imprecisión, que Tita había tenido un percance. En principio creía que se había caído el avión. El hombre del café donde íbamos ocasionalmente, me habló de un accidente aparatoso. Que creía estaba enterrada en este cementerio. ¡Para mí el golpe fue tan grande! Ni me paré a verificar detalles.
Hombre 1:
-O sea que alguien pasó la información. ¡Seguramente una de sus amigas ¡ No te dije. (directamente a su interlocutor) ¿Porqué te puedo tutear, verdad ? Esas tienen una red secreta de información y espionaje. ¡El sexto sentido.¡ Mi mujer y la red de cuaimas, eran adictas al teléfono celular. Cuando no me contactaba ella, lo hacían sus amiga. ¡No joda, me tenían controladísimo! Donde estuviera y a cualquier hora ... (pausa)
Cuando Tita supo lo que tenía, no quiso hacerse tratamientos ni nada. Aguantó hasta lo más que pudo sin calmantes. Siempre decía que ella no se quería verse al espejo como una bola de billar.
Hombre 2:
-¡Que cosas no! Cuando a una mujer se le mete una vaina en la cabeza...
Hombre 1:
-Si vale. No hubo forma de hacerla cambiar de opinión. ¡Que carajo ¡ Opté por no contrariarla y dedicarme a complacerla. Para que viviera según su real gana sus últimos años. Me decía a mi mismo, que quizá haciéndola feliz viviría más tiempo.
Hombre 2:
-Sin ser nada científico, en tales casos hay que agotar todas las posibilidades. ¡Yo iría hasta Sorte!
Hombre 1:
-Nosotros no... Es decir, con Tita íbamos a misa pero no con fanatismo. Ella se lo tomaba con calma. Creía a conveniencia. Eso sí, le encantaba una boda. No se porqué le gustaban tanto las bodas. Siempre terminaba llorando cuando los novios se daban el “si quiero”.
Hombre 2:
-Yo nunca supe si mi Tita era creyente o no. La verdad es que teníamos poco tiempo para hablar. Menos de cosas profundas.
(con picardía ) ¡Tu me entiendes!
Hombre 1: (se estira)
-¡Claro, chico! Yo en tu caso hubiera hecho lo mismo. Ahora que hablamos de estas vainas. Siempre he sido un tipo tranquilo. Por eso mi Tita me vino como anillo al dedo. ¡No es que no me gusten las mujeres ! En la Universidad, tuve una mari-novia. Cuando ya estaba ejerciendo conocía a Tita. Luego me dejé de eso. (pausa)...Ahora de viudo, no se como voy a pasarlo. Tan acostumbrado que estaba a que ella me hiciera todo. Se me hizo imprescindible. ¡Ya ni el nudo de la corbata me sé hacer !
(evoca, con cara de tristeza) Me preparaba el baño todas las mañanas. Llenaba la tina. Apartaba la ropa, que me iba poner. Con decirte que ella me combinaba el color de la camisa con las medias y los calzoncillos. Cuando me desvisto en el gimnasio del club, los carajos colegas míos me maman gallo. Me dicen que si soy gay. Toda mi ropa interior es finísima. Ella la compraba. Después me daba mi cafecito recién colado. Un besito de despedida... (pausa. Suspira)
Hombre 2:
-En cambio yo no duré nada casado. A los dos años ya estaba separándome. Encontré a mi mujer con el compadre.
Hombre 1: (se burlá con sorna)
- ¡Gua! Por ahí dicen que compadre que no le pasa la mano a la comadre no cumple con el sacramento. (carcajadas)
Hombre 2: (molesto)
-¡Ahora vas a hacer chercha comigo! (pausa)
Lo que lamento es el muchachito que casi ni conozco. Le paso mucha plata mensualmente. El debe jurar que los reales se los deja San Nicolás. ¡La cuaima de mi ex-mujer es una ladilla con eso de los reales! Por eso para mí la relación con Tita fue un paraíso. No pedía nada y daba en demasía. ¡Y tan buena que estaba ! Al natural. No tenía silicona por ninguna parte.

(la escena va cambiando. Ahora comienza a oscurecer)

Hombre 1:
-Mi Tita no es que fuera una belleza. Se le podía jugar un quintico. Cuando se arreglaba bien y se ponía esas pintas tan caras, se veía elegantísima.
Hombre 2:
-Pues yo tuve mejor suerte. Mi Tita se veía preciosa y apetecible, metida en ese uniforme de azafata. (con rabia) A veces me daba celos de los pilotos. Me contaba que había ido a París, Londres, Helsinsky. ¡Yo ni siquiera sé donde queda esa vaina! La única vez que me monté en un avión, fue para venirme de Carúpano.
Hombre 1:
-Nosotros viajábamos cada vez que se podía. Nuestra luna de miel fue en Venecia. Tita adoraba Venecia. Moría por todo lo italiano. Dolce y Gabbana, Versace, Prada. No faltaba a una ópera, en el Teresa Carreño. Iba con sus amigas y sus culturosos gays. A mi la ópera me da sueño... Nos gustaba el cine. Leíamos. Ella novelas románticas. Yo mis asuntos de derecho. ¿Sabes que compartíamos ciegamente ? ¡La cocina y los buenos vinos!
Hombre 2:
-Yo nunca llegué a compartir nada de eso. Poníamos boleros. Le encantaba las canciones empalagosas de Juan Gabriel. Siempre le reglaba girasoles. ¡Disfrutaba consintiéndola ! La verdad es que tres años fueron poco tiempo. Para los amantes el tiempo ni alcanza ni pasa. Cada encuentro era como si fuera un comienzo. (suspira) Nos metíamos en nuestro nidito de amor. Tú te imaginarás el resto. Tita decía que ella no deseaba salir. Que estaba harta de patear por las ciudades de donde venía. Sabes, ahora que te cuento estas cosas, ella me daba unos masajes increíbles. Me dijo que lo aprendió en un viaje a Tailandia.
Hombre 1:
-Al principio de novios, Tita no soltó prenda. En los primeros años de matrimonio, cuando se enteró que no podía tener descendencia, se dejó de tantos impedimentos. Ni condones. Ni diafragmas. Ni pastillas. Hacíamos el amor desaforadamente. Con el inexorable tiempo y la costumbre, siempre se cae en eso del coito marital. Nosotros no fuimos la excepción. Con todo, nunca le fui infiel.
Hombre 2:
-¡Con estas mujeres nunca se sabe! Recuerda que el hombre se coge a quién puede y la mujer a quién quiere. Yo siempre he estado claro en eso. Ellas tienen la sartén por el mango. ¡A mí para eso del casorio no me vuelven a agarrar!
Hombre 1: (mira el reloj)
-¡Coño, es tardísimo! Tengo que pasar por el despacho.
(se levanta, coge los lirios blancos y se dirige a otra tumba cercana para robarse el florero. Se arrodilla. Coloca el florero con las flores al otro lado de la lápida. Voltea la cabeza dirigiéndose al hombre 2)
-¿Tú en verdad no vas a averiguar si ésta es la tumba de tu Tita? ¿Que tal si estás trayendo flores a la tipa equivocada?
Hombre 2: (se levanta. Agarra su chaqueta. Busca en sus bolsillo)
-Mira, a propósito. Aquí traigo una foto-matón que nos tomamos los dos. Es la única que tengo...
(La muestra al hombre 1 que ya terminó de colocar las flores. Ambos permanecen de pié uno frente al otro)
-Hombre 1: (saca unos lentes del bolsillo interno de su saco. Se los coloca. Ve la foto detenidamente. Se toma su tiempo. La cara se le va congestionando)
-¡Carajo... Si ésta es mi Títa !
(furioso se abalanza sobre el hombre 2. Lo agarra del cuello)
¡ Desgraciado... Coño de madre ! Te estabas cogiendo a mi mujer.
Hombre 2: (se defiende. Forcejea con el hombre 1 por un momento. Se gritan. Se golpean. El hombre 2, que es más joven, lanza al suelo al hombre 1)
-¡Coño, que pasa! Quien iba a saber la vaina... ¡Cálmate ! Ya para que te vas a arrechar. Encima Tita ya está muerta.
Hombre 1: (aún en el suelo boca abajo, llora)
Hombre 2: (recoge la foto que ha caído al suelo. Permanecen un momento así. Luego el hombre 2 estira el brazo y levanta al hombre 1, que se sacude la ropa. Ambos se recomponen )
-¡No me jodas! Ni idea que estaba haciendo cornudo a alguien...

(Entre tanto aparece la mujer en escena, con un ramo de flores variadas en los brazos... Se queda inmovil viendo la refriega. Los hombres vuelven a litigar, sin notarla.)

Hombre 1: (se le abalanza nuevamente)
-¡ Desgraciado, malparido !
Hombre 2: (lo empuja)
-¡Aquiétate ! Ya es muy tarde para esto... Lo que pasó, pasó. Ambos creímos los que nos dio las gana de creer con Tita.
Hombre 1: (quejumbroso)
-¡ Pero me duele.. Me arrecha !
Hombre 2:
-Así son los cachos. Al principio duelen. Después uno se acostumbra. ¡Si lo sabré yo !
Hombre 1: (ahora riendo)
-¡Que cagada, no! A mí me pareciste muy sospechoso desde el principio. Cuando te vi trayendo esos pavosos girasoles, pero preferí no dudar de mi Tita.
Hombre 2:
-De hecho ella no engañó a nadie. Tú tenías una Tita y yo tenía otra Tita. A ambos nos hizo felices. Ambos la hicimos feliz. Eso es lo que importa ahora que está muerta... ¡Ella siempre será única para cada uno!
Mujer: (tose para llamar la atención. Levanta la voz)
-¿Se puede saber que sucede aquí? ¿Ya ni en los sepulcros hay paz ?

(Los hombres acallan su discusión; la miran.)

Hombre 1:
-Tiene razón señorita. Discúlpenos.
Hombre 2:
-¿Usted también viene a visitar a Tita.? ¿Era su amiga?
Mujer:
-Bueno, ceo que si... Nos hicimos amigas en el salón de belleza.
Hombre 1:
-Era mi mujer, sabe.
Mujer:
-¿Su esposa? Nunca me dijo que fuera casada. ¡Mire que en esos sitios se oye cada cosa!
Hombre 2:
-Para que se termine de enterar, era su mujer y por los visto también mi amante.
Mujer:
-¡No puede ser!.. ¿Quién lo diría? (ríe)
A lo sumo me pareció algo excéntrica. Así como muy fantasiosa.
Pero no creí nunca que llegara del dicho al hecho.
Hombre 1:
¿Cómo así? Acláreme, por favor.
Mujer:
-Bueno, era muy ingeniosa. Recuerdo que decía que para conseguir al hombre ideal, se necesitan dos tipos que se complementen. (hace un gesto pícaro con la cara)
Hombre 2:
-¿Y usted cómo se enteró de su muerte?
Mujer:
-Por el salón de belleza. Fue una noticia muy desagradable.
Hombre 1:
-¿ Le vendieron la versión del accidente ? ¿O acaso otra ?
Mujer:
-En verdad me dieron pocas explicaciones. Que estuvo internada en una clínica. Supuse que sería un infarto intempestivo. ¡T¡ta no aparentaba estar enferma !
Hombre 1:
-No fue así. Tenía un mal incurable, que no quiso atajar a tiempo.
Mujer:
-¡Cuánto lo siento!.. Imagino que se reconcilió con ella misma. Terminó viviendo como pensaba y no pensando como vivía, como hacemos todos.

(pausa: todos cabizbajos. Silencio.)

Hombre 2:
-Usted perdone. ¿Cuál es su nombre?
Mujer:
-Beatriz. Pero me dicen Bea.
Hombre 2:
-Nunca la escuché nombrar.
(dirigiéndose al hombre 1) ¿Y tú?
Hombre 1:
-Tampoco. ..
Mujer:
-Estamos a mano. Yo nunca escuche de ustedes. En la peluquería conversábamos de todo un poco. Especialmente de cosas divertidas. Yo le hablaba de mis viajes. Soy aeromoza.
Hombre 2:
-¡Ahora se de donde nutría sus historias.!
Mujer:
-¿Por qué lo dice?
Hombre 2:
-Porque en todos estos años que estuvimos juntos, siempre me hizo creer que era aeromoza. En cambio su marido, aquí presente, (señala al hombre 1) mantiene que ella nunca trabajo fuera del hogar.
Hombre 1:
-Señorita Bea, es una larga historia de contar y un poco rocambolesca.
Hombre 2:
-Así es. Nosotros vinimos a descubrir que la amada persona que está en esa tumba, es la misma pero diferente. Y usted viene a terminar de encajar las piezas.
Mujer:
-Bueno, por lo visto a profundidad no la conocí ¿Pero cuando se termina de conocer a alguien? Sería francamente aburrido. Creo que lo que importa aquí, es que por lo visto, nos hizo felices a todos.
Hombre 1:
(suspira ¡Si, así fue!..
Hombre 2:
-Permítame ayudarla con las flores. Se está haciendo tarde y van a cerrar. A ver donde las colocaremos.
(hace amago de buscar un recipiente, pero no encuentra ninguno. Coloca las flores en el suelo cerca de la lápida)
Mujer:
-Gracias. Debo reconocer que para mi fue una corta pero fructífera amistad. A estas alturas no vale la pena ocultar nada. Tita y yo éramos algo más que amigas… Así que tendremos que repartirnos el pésame..

(los hombres se miran con cara de desconcierto. Luego le estrechan las manos ala mujer. Se retiran todos. Los dos hombres caminan delante de la mujer. Uno al lado del otro.)

Hombre 1:
-No se diga más. Vendremos los jueves a traer flores para Tita. Tú con tus girasoles, yo con mis lirios.

(Se giran cara a cara. Colocan una mano sobre el hombro del otro, a manera de despedida.)

Hombre 2:
-¡De acuerdo! Hasta el jueves, pues.
Hombre 1:
-¡Hasta el jueves!

(La mujer queda rezaga. Voltea hacia la la tumba y dice en voz baja)
-¡Querida, no imaginas cuanta falta me harás!...


(Hacen mutis por el foro. Suena música suave. Las luces se apagan. Telón)



Caracas, junio 2006

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