09 enero, 2008

Tiempo de lecturas.



Lo real maravilloso

Quien haya escuchado a Alejo Carpentier puede considerarse que ha tenido uno de los mayores privilegios de su vida, no solo por la amenidad del interlocutor sino y sobre todo, por esa fineza de su lenguaje capaz de traducir emociones y vivencias, erudición y realidades, como un verdadero diálogo aunque todos fuésemos
conscientes de ser el escenario para su espléndido soliloquio


Esta cita la encontré en un reportaje de la página web. El castellano, me trae a la memoria que yo tuve tal privilegio...¡y cuantos! Resulta que mi padre, periodista y escritor, tenía entre sus amistades a hombres de la talla de Alejo Carpentier entre muchos otros intelectuales. Era frecuente en casa o en la casa de otros amigos, que se formaran tertulias culturales, donde se trataban entre muchos temas: arte, religión, música, política y cultura en general. Mi mente infantil no captaba a cabalidad toda la enciclopedia verbal que escuchaban mis oídos, pero el sólo hecho de estar allí habría en mi mente otros horizontes. Fue así como conocí a los Carpentier: Alejo, Lilia su mujer y Madame Valmont, madre del escritor, que vinieron a recalar a estas tierras y aquí permanecieron por varios años.
Madame Valmont - para ese entonces a mi me parecía una tanagra sacada de un museo- me dio mis primeras lecciones de francés. Otro recuerdo anecdótico que tengo de ese entonces, era la larguísima boquilla en que fumaba Lilia, toda afrancesada ella, aunque nacida en Cuba. ¡Me parecía el summun de la elegancia! Don Alejo, aparte de escribir reseñas periodísticas, cuentos y novelas, era musicólogo y cultísimo. Ahora evoco que con el “tío” Eduardo Lira Espejo, un chileno talentoso que vivió entre nosotros -también musicólogo- disertaban y a veces se enfrascaban en melodiosas discusiones musicales. Carpentier arrastraba las erres acentuada y guturalmente, imagino que por su formación francesa. Ese acento no lo perdió jamás.

Luego con el correr de los años y el conocimiento de su trabajo literario, he podido ir armando el rompecabezas que lo escuchado me dejó. No puedo dejar de citar: El recurso del método, El siglo de las luces y uno de mis cuentos preferidos, Concierto barroco -fue el iniciador de aquello que dio en llamarse años después con el boom literario latinoamericano de los 60, lo real maravilloso o el realismo mágico- aparte de convertirse en uno de mis escritores preferidos, su presencia se vivifica en sus textos y en mi memoria.









Caracas, enero 2008

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