17 noviembre, 2007

Alfombra mágica.




 


Desde que desembarcó muy joven y hace años, cuando vino de sus lejanas tierras, al árabe Khalid no le costó adaptarse a las nuevas calamidades; total las calamidades son iguales en todas partes y decidido a vencerlas trabaja muy duro... La ventaja aquí en estas nuevas latitudes, es que no hay problemas raciales ni religiosos –al menos hasta los momentos- y la gente del pueblo es amigable; además está Rosaura. Siempre la requiebra. Ella lo deja hacer y acepta sus cortesías.

Esa noche Khalid regresa muy cansado de vender de lugar en lugar y de puerta en puerta, sus nuevas mercaderías. Para su sorpresa el barrio, la calle, están convertidos en un jolgorio: luces, bambalinas, música. ¡Que bullicio! y Rosaura vendiendo sus dulces en el quiosco. ¡Sólo con mirarla se le quita el cansancio!

Decidido, contra su timidez, abre su gran maleta y extiende la alfombra justo allí ante la venta. Carga a Rosaura; en su lengua reza un conjuro y salen volando…



Caracas, 2001

Ilustración sacacda de la WEB.

11 noviembre, 2007

Garimpeiro.

 

Fabio Faría, treinta y dos años. De profesión topógrafo, de vocación garimpeiro. Metido en esa vorágine vegetal. Soportando más de 34 grados a la sombra. Rodeado de tanta gente extraña y tan parecida: movidos por la codicia, motivados por la necesidad, empujados por el destino. Nada lo distrae de su objetivo, salvo cuando acude a la cantina del poblado para en brazos de las inditas, calmar el demonio de sus hormonas. Tiene pocos amigos, allí todos son enemigos especialmente si alguno –por suerte- consigue la tan codiciada veta.

La mañana del 13 de diciembre cumple un año en el lugar. Lo recuerdas, porque dentro de dos días será tu cumpleaños. Como ya es habitual, retira el mosquitero y se levanta del camastro. Hasta la fecha más ha sido el esfuerzo que lo encontrado. Quizá hoy el destino le depare otra cosa. Se lava, toma unos sorbos de guarapo y carga con su equipo.

Camina hasta el río. Seguramente encontrarás esas pepitas de oro que te resolverán la vida. Se hunde en el lodazal. Tras la tupida vegetación traslucen los reflejos del sol. La incesante algarabía de pájaros y monos, le impide escuchar el chapoteo de alguien o de algo que se acerca. Cuando se percata es porque siente el cuchillo clavado en su cuello. La corriente se tiñe de rojo y ya no recuerda nada más.

Nadie supo más de ti. Nadie preguntó nada, ni se averiguó tu paradero. ¡Se lo tragó la selva !, comentan. Sólo Marcela, la india -esa que se sentaba a escuchar tus cuitas, entre trago y trago- creyó reconocerlo cuando vio en el mercado de la pequeña ciudad, unos Jívaros vendiendo cabecitas disecadas...


Caracas, 2001
Ilustración: E. Santiago."Garimpeiros"