02 octubre, 2007

¿Qué nombre le pondremos ?



"Y qué nombre le pondremos, matarile..rile..ron.." (canción infantil venezolana)

Así como cuando Carlos Andrés –en la IV Rep.- hubo una decretohemorragia, ahora tenemos una megalohemorragia de delirios variopintos, que van desde: Mega-oleoductos regionales, el Eje Orino-Apure, el Parque temático de La Carlota, el cable submarino Venezuela-Cuba, pasando por los gallineros verticales, el Banco del Sur, Refinerías en el Pacífico, Cambio del huso horario y hasta el saneamiento del Guaire que será convertido en un Támesis. Una avalancha de ofrecimientos que hasta los momentos se han quedado en el discurso y que nuestras neuronas no logran procesar. O será que definitivamente esta revolución es tan de avanzada que los venezolanos comunes y corrientes no logramos seguirle el paso...

Es vez le tocó a los nombres propios. Según me enteré, lo dicho por el Unico mandatario –y digo asegún, porque ese programa farragoso no me lo calo- apoyado por la rectora del CNE que pretende validar los nombres de los nacionales, los niños al ser inscritos en el Registro civil deberán tener nombres propios en nuestro idioma oficial . No obstante, a lo mejor prohíben los oriundos del idioma español, por ejemplo: Carmen Luisa, María Fernanda, Pedro Luis y optan por los autóctonos aborígenes para hacerlos obligatorios: Guaicaipuro, Paramaconi, Tibisay, Yubirí, para reafirmar el falso nacionalismo que impera.

La verdad es que eso de los nombres parece ser potestad de los libérrimos padres, ya que al pobre chamo o chama, no le piden opinión al momento de endilgarle un Eudomar, o una Yuleisys y por lo visto esos mismos padres no se percatan que el infante crecerá y deberá llevar el apelativo de por vida; amen de que no se librará de la consabida mamadera de gallo propia de nuestros coterráneos. Cambiarse el nombre es un procedimiento harto engorroso. Lo que trato de explicar, es que eso de los nombres no es una cuestión de originalidad a ultranza. Es algo de responsabilidad y sentido común. Pero como toda moneda tiene dos caras, la ingerencia del estado hasta en estas cuestiones tan personales y privadas es peligrosa y aunque no lo parezca, una manera de cercenar la libertad. Especialmente la de los propios seguidores del proceso –el soberano- que en su mayoría son quienes estos apelativos rocambolescos utilizan.

Conversando sobre este tema con mis amistades, un psicólogo me hizo saber que los nombres tienen una carga significativa y emotiva. Ciertamente no es igual llamarse César Augusto y rememorar a ese grande hombre, que llamarse Gerson o Herdrich, o esas combinaciones del nombre de Papi y Mami: Josiyuli, Friseidan o Wuilisú. Tuve una compañera de trabajo, llamada Oralín y siempre lo asocié con nombre de gargarismo.

También me dijo una amiga pediatra que en el hospital de niños dedujeron –por los casos atendidos- que los niños cuyos nombres son totalmente inventados, eran más propensos a enfermedades y a sanar más lentamente, que aquellos que llevaban nombres cristianos. Sería interesante hacer un sondeo serio al respecto. No se que tan descabellado pueda sonar esto, pero imagino que al tenerse un nombre del Santoral, ese mismo apelativo serviría como protector para la persona que lo lleve. La Kábala, considera que hay nombres con influencias positivas y otros con influencias negativas y que los nombres de los ángeles tiene regencia sobre quienes los llevan.

Todas las religiones o creencias le dan cierta significación o connotación a los nombres. Si a ver vamos y bautizamos a nuestros retoños por profesar determinada religión, deberíamos siquiera colocarles nombres católicos o cristianos, que muchos hay. Por otra parte, es muy lindo que te celebren tu onomástico y recibas una felicitación el dia del Cármen, o de Santa Ana o de San Patricio. Recuerdo a Monseñor Hernández, en su Iglesia de San José que cuando bautizaba a los niños les endilgaba –de forma obligatoria- el José o Josefina. De allí se salía cristianado con tres nombres en la fe de bautismo: los dos que se utilizan tradicionalmente y además el de San José.

Tengo entendido que hay países de habla española que prohíben la colocación de nombres en otros idiomas. También es determinante el estatus social y hasta el orígen etnico... Para nosotros son proverbiales los nombres de los maracuchos. Hay otros que toman el apellido del ídolo como nombre propio de otro pobre cristiano. Combinados con nuestros apellidos quedan risibles. Así tenemos personas llamadas Darwin Ramírez, Martin Luther Pérez, Robespierre Quiros, Lenin González, Stalin Fernández o cualesquieras otros. Paradójicamente éstos últimos cuando llegan a la adultez terminan siendo unos fundamentalistas ultra derechistas. Es decir son el modelo viviente del fracaso de las ideas de sus padres. ¡Y que decir de las modas! Hay rachas de Jaquelines, Vanessas y Ladydis, de acuerdo al personaje femenino que se encuentre en la palestra. Los nombres geográficos que acostumbramos aquí para las niñas: Africa, Francia, América, son vistos como algo extraño en otros países; me consta.

No hay otra, gústenos o no por decreto presidencial tendremos que volver a los nombres tradicionales. En este caso no faltarán muchos Hugos Rafaeles para complacer al delirante y quizá hasta algún inveterado maracucho le ponga a su niña Revolución bonita Montiel; así como conozco algunas llamadas Democracia o Libertad, producto de cuando la caída del dictador Pérez Jiménez.


Caracas, octub.2007

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