27 agosto, 2025

Ir al teatro.


En Caracas tenemos dos teatros de prosapia, ambos ubicados en el centro de la capital y se los debemos uno al Presidente Guzmán Blanco, el Teatro Municipal de Caracas (1881) y el otro el Teatro Nacional de Venezuela (1904) a Cipriano Castro. Ambos de arquitectura afrancesada. El Nacional  tiene una preciosa marquesina y dentro un plafont  bellamente decorado con pinturas de Herrera Toro además, está ornado con esculturas de Cabré.  Ambos teatros, a través de los años han sido restaurados varias veces, con y sin aciertos y en varias oportunidades les han colocado nombres adicionales de personalidades artística.  En el caso del Municipal le volaron gran parte de su entrada a ras de la vía, donde solían llegar los vehículos a la misma puerta del teatro. Todo para dar paso a la construcción del Centro Simón Bolívar. Ahora, lo que nos ocupa, es que ambos teatros revivieron después de estar venidos a menos, en parte por la desidia oficial y en parte por la novelería del Teatro Teresa Carreño (1983). Para beneplácito de nosotros los capitalinos hoy están funcionando regularmente con espectáculos de alta calidad, tanto nacionales como internacionales. 

Volver al  Municipal como hice recientemente, fue revivir un montón de recuerdos entrañables. Me  llevaba mi padre (tenía allí dos butacas permanentemente reservadas) a ver ballets: teatro, ópera y conciertos. Luego, mantuve la tradición y muchas veces llevé a mis hijos. Después de  muchos años, entré al Municipal con cierto sentido reverencial. Recorrí sus pasillos, observé las hermosas lámparas y esculturas, unos cuadros de compositores famosos y un busto de Verdi.  Traté de subir a curiosear en los palcos pero me impidieron el acceso y tuve que  conformarme con la primera planta y la platea. También dentro del teatro y discretamente ubicado, instalaron un minibar donde se  puede desgastar champaña y vino. Sentada  en la platea viendo el interior de la sala me dió la sensación de no ser tan grande como lo apreciaba. Su decoración en  rojo y dorado demuestra un toque de lujo y distinción.  El telón de fondo igualmente es de color dorado con profusión de brocados. ¡Emociona sentir el sonido de la gran cortina al abrirse!  En el  centro del plafont cuelga el precioso chandelier de siempre. Hermoso verla con sus relucientes cristales.

Antes, cuando acudir a un teatro era un evento de alto coturno y para un grupo selecto,  se requería de una vestimenta de mucho cachet, acorde al evento. Con el correr de los años, afortunadamente, el acceso a estos recintos culturales se a democratizado y actualmente no se exige tanta etiqueta. Ahora los  jóvenes,  vestidos en jeans y zapatos deportivos asisten al más lujoso teatro.  Lo importante es que todos asistan y aprecien las actividades culturales sin importar el atuendo.


N.B. Tarea pendiente: ir al Teatro Nacional como otrora asistía a disfrutar las zarzuelas.



Caracas, agosto 2025

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