Este dicho lo recordamos solamente los caraqueños de vieja data, y ya les voy a contar brevemente el porqué. Resulta que corría el año de 1947 cuando se abrió la entrada a los chinos en Venezuela, puesto que fue modificada la Ley de inmigración del año 36. Así poco a poco fue llegando gente laboriosa de Asia, principalmente cantoneses y taiwaneses. Para ese entonces, en Caracas y en muchas ciudades del interior de nuestro país, carecíamos de almacenes llenos de cuanta vaina se pudiera uno imaginar. Los chinos se encargaron de crearlos, pero también se dedicaron a una labor que a nadie se le había ocurrido antes: lavar la ropa.
En la primera mitad del S. XIX las casas no contaban con los modernos artefactos de hoy en día, entonces o habían lavanderas que iban a lavar a las casas (con bateas y jabón azul. Tampoco existían los detergentes en polvo), o iba un chino de casa en casa recogiendo la ropa sucia y después de unos días la devolvía, muy limpia, envuelta en papel blanco atado con pabilo. A estas alturas me es muy difícil recordar el monto de este servicio, pero sí recuerdo que en mi casa, sábanas, manteles y colchas eran lavadas por chinos. Quizá para la época el precio no fuera exhorbitante, sin embargo y por lo visto existían morosos, de allí el dicho: Si no hay leal no hay lopa. ¡Ya los chinos estaban prevenidos con el fiado! Con la modernidad, los hogares se dotaron de artefactos eléctricos para facilitar las labores domésticas, entre ellos las lavadoras automáticas y en su defecto, existe la alternativa de lavanderías comerciales donde bien puedes ir a lavar, o bien puedes dejar la lencería para que te la laven. Finalmente, los chinos se desligaron de estos menesteres, pero almacenes y supermercados chinos, sí hay.
Caracas, sept. 2024
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