Leí
en una revista, un reportaje que llamó mi atención. Decía que las cenizas
humanas podían ser convertidas en una piedra preciosa, mediante un novedoso
método. Cavilando me puse a pensar que sería lindo, que en vez de tener las
cenizas de mi amado marido en una ánfora sobre la chimenea, pudiese cargarlo
conmigo siempre por aquello que decía Roberto: ¿Me recordarás, Beatriz?
No
más llegar a casa me puse a averiguar en Internet sobe el asunto. Resulta que
la empresa Algordanza afincada en
Suiza, mediante un proceso químico y de compresión transforma las cenizas en un
diamante, que luego puede ser engarzado para hacer una prenda, según el gusto
de cada quién… Quizá a alguien le parezca algo grotesco el asunto, pero a mi
entender puede ser tan macabro como tener de adorno un ánfora con cenizas
humanas, sobre la mesita de noche,
la chimenea de la casa, o quizá en un
altarcito para tal fin... Tomé los datos y me puse en contacto con la empresa
que me dio detalles y costo aproximado del trabajo. ¡Que estupendo! Inmediatamente procedí a contactar a un orfebre venezolano, para el
diseño y ejecución del anillo, sin entrar en detalles sobre la procedencia de
la piedra que coronaría la pieza. Lo más engorroso fue sacar los permisos para
poder transportar en avión las cenizas de mi amado Roberto y la cantidad de
mentiras que tuve que decir para lograrlos. Resuelto todo el asunto, me fui a Suiza
país donde nunca había estado. Esta gente es tan organizada que después de 15
días -o un poco más, dependiendo de la cantidad de demandas- te entregan el
diamante personalmente o lo envían a tu casa. Fue mucha la emoción que sentí
cuando recogí el trabajo realizado; un hermoso y refulgente diamante azulado en
forma de corazón con bellos destellos. Lloré, como cuando se murió mi Roberto y
apretado en el puño lo acerqué a mi pecho. ¡No sólo te recordaré, sino que
siempre te llevaré conmigo!
De
vuelta a Caracas, entregué la piedra al orfebre para el engarce de la pieza.
Quedé muy satisfecha con el resultado final. Días después fui a la iglesia y
solicité del cura la bendición de la joya, que me coloqué conjuntamente con el
mío de bodas en el anular de la mano
izquierda… La pieza llama la atención por la belleza del corte y brillo. Cuando
mis amigas o el que lo ve exclama: ¿Beatriz que anillo tan precioso? Respondo:
¡Gracias a Roberto! Siempre lo luzco muy oronda, hasta que una tarde subiendo a
mi camioneta en el estacionamiento del automercado, cargada de bolsas, se
acercó un vándalo y me encañonó con su revolver. ¡Esto es un asalto! Como si
hiciera falta que lo anunciara... Solté las compras y lo increpé: está bien,
llévate el dinero pero déjame los papeles y entregué mi cartera. Sin dejar de apuntarme
el tipo sacó la plata, lanzó la cartera al asiento y viéndome de arriba abajo
me dijo; ¡Dame las prendas! Con pasmosa tranquilidad –como si tuviese dominada
la situación- poco apoco desabroché la pulsera, luego la cadena y el ladrón se
percató del anillo. ¡Quítate el anillo! Hasta allí llegó mi calma y frialdad,
sentí que me entraba una tremenda rabia y sin pensarlo dos veces, con la fuerza
que fui capaz le metí una patada en las bolas. El delincuente por agarrase la
parte adolorida soltó el arma que cayó al suelo; la tomé y se me escapó un tiro
que fue a dar al pie del tipo... Lo más presto que pude, me metí en la
camioneta y arranque; creo que hasta le pasé por encima de una pierna al hombre
tirado en el piso y salí de allí en volandas. Entonces sí que me puse a temblar
y balbucear entre lágrimas: ¡Desgraciado, hijooo de puta..! Nooo, con mi
Roberto no.. ¡A miii Roberto nooo me lo quita nadieee!
Caracas,
julio 2014
Ilustración de la web.
3 comentarios:
Este cuento está genial, América. Tragicómica la historia, pero con un final feliz ¡En pareja!
Abrazos,
Myriam
Jajajaaaa.. .! " Con mi Roberto no se metan". Muy bueno el cuento, Grunilde.
La Gertrudis.
Hola, soy Ivan, me recuerdas? Hacia mucho tiemp que no visitaba este blog. Sigue con tus casicuentis, son muy buenos. Saludos.
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