Un huésped sin invitación se ha instalado en casa. Llegó sin aviso y sin protesto. De forma, taimada: escondido, calladito y lentamente se fue adueñando de lo que consideró su espacio. Ya está muy instalado y se desplaza a su antojo, inmutable ante mis protestas, cuando juega a las escondidas conmigo y desparece… Entonces –no sin cierta angustia- me pongo a buscarlo y lo localizo donde menos imagino.
Debo reconocer que a pesar de su pequeñez, parece ser fuerte y resistente. Me informé a través de la web, puesto que no tenía la menor idea de qué hacer con tipos como él, y según leí no debo hacerme falsas ideas, es decir no hay que creer que su visita será breve. ¡Qué va! por el contrario durará añales. Cuidado si duro yo menos y entonces quién se ocupará de él… Además, y es el caso, me asombró cómo una criatura de su condición –que se ve tan indefensa- haya podido aguantar tanto frío, tanto traslado de un lado a otro y tanto empaquetamiento…
Resulta que en días pasados compré en el mercado un brócoli. Se veía muy verde, bonito, fresco. Al llegar a casa lo desempaco, me preparo a lavarlo bien para proceder a su cocción…y ¡oh sorpresa! allí insertado entre los racimos estaba un hermoso caracol, de mediano tamaño... ¿Que hacer? lo primero que hice fue revisarlo a ver si vivía, después de lo que supuse toda una aventura. Efectivamente respondió positivamente a la revisión. Entonces, deseché el brócoli y me quedé con Caracolo, que a partir del momento en que lo instalé en una de mis plantas, por los visto está cómodo y feliz…
Caracas, febrero 2011
Ilustración: foto tomada por la autora
Caracas, febrero 2011
Ilustración: foto tomada por la autora