20 abril, 2008

Siempre a tu lado.





Caminaba lentamente por la alameda a la sombra de los eucaliptos. La placidez de aquel lugar reconfortaba su decaído ánimo. Se tomó todo el tiempo necesario, ya no había ninguna prisa por llegar a ningún lugar. Cuando fue tiempo de hacerlo, no lo hizo. Ahora Susana ya no podría escapársele. Ahora sí que no la compartiría con nadie.

Llegó a la tumba y se sorprendió al encontrarla excavada. No atinaba a entender que había sucedido. Miró a todos lados y no encontró a quién preguntar; alguien que le informara qué estaba sucediendo en ese cementerio... Al asombro sobrevino la rabia: ¡esto es el colmo! A paso rápido se dirigió a la administración del cementerio. El administrador, trató de calmarle la iracundia y lo conminó a sentarse en un mullido sillón. Sr. Domínguez, deje que le explique, por favor. Nada ha sido fortuito en este caso. No hubo equivocación alguna.

La hermana de la Sra. Domínguez, es decir de su difunta esposa, se apersonó en estas oficinas con una orden judicial, en la cual se solicitaba la exhumación del cadáver y su traslado a otra fosa. ¿Cómo dice usted ¿Mi cuñada, a la cual hace años no trato? ¿A otra fosa? ¿Acaso al panteón de la familia de mi mujer? Venga señor Domínguez, revisaremos los archivos en busca del expediente y podré informarle con más precisión.

Efectivamente, el cuerpo de la difunta por su expresa voluntad y según constaba en el acta judicial, debía ser trasladado al mes de su fallecimiento a la tumba del Señor Rodrigo Carreño, también difunto. Como verá usted Sr. Domínguez, a mí esta petición me pareció poco usual, más como su mujer murió en un accidente y la petición venía acompañada de una orden tribunalicia no tuve más que acatarla. ¿Acaso el Sr. Carreño, era su suegro?

No logró responder. Su rostro se demudó. Un rictus de rabia le transformó la cara. No se preocupe, le dijo al administrador. Gracias por su diligencia. Indíqueme en que sector queda esa tumba e iré hasta allá a colocar las flores. Efectivamente eso hizo. Se llegó hasta la tumba señalada. Encontró dos lápidas: en una rezaba Rodrigo Carreño (1955-2008) y a continuación decía: “siempre a tu lado”. En la otra con su nombre de soltera aparecían las señas de su mujer; Susana Piedrahita (1960-2008) y las misma frase: “siempre a tu lado”.

Rojo de ira gritó: ¡Carajo Susana, bien que me la hiciste! Batió las flores contra la lápida... ¡Me pusiste los cuernos hasta después de muerta!



Estepona, marzo, 2008
Ilustración sacada dela WEB.