16 junio, 2012

Lago Travis




 Provisto de papeles: lápices, libros y su inseparable pipa -bien abrigado- deseoso de recuperar el tiempo que consideró perdido a causa del asueto navideño, el profesor Cardozo del Seminario de literatura Hispanoamericana, en la Universidad de Austin se instala como es su costumbre, a orillas del lago pese al frío reinante. Dispuesto finalmente, a la revisión de aquellas notas que, sobre el desarrollo del “género fantástico” en la literatura latinoamericana, anda arrastrando -intento tras intento- desde el pasado semestre. 


 De vez en cuando levanta la vista de textos y papeles, da una intensa calada a su pipa y se queda absorto y contemplativo en el paisaje desolado y brumoso que le ofrece el invierno: unos escasos rayos solares, las aves que no terminaron de migrar, las aguas turbias del lago y los esqueletos del otrora frondoso bosque. Aun así le gusta  disfrutar de la paz del lago. Continúa con su tarea. Esta vez al levantar la vista, divisa un bote de remos detenido en medio del agua con dos personas a bordo, o así creyó ver a lo lejos. Esto llamó su atención ya que para la estación -al contrario que en el verano- nadie se aventura a practicar algún deporte acuático. Con la vista fija en la inesperada aparición, ve incorporarse a una de las figuras que están en el bote. Le pareció que ayudaba a la otra a ponerse también de pié, juntarse en una especie de abrazo -o así le pareció que hacían- y permanecer unidas por unos minutos. Infiere que es una pareja. Repentinamente, una de las figuras alza un remo y golpea a la otra, que a consecuencia cae al agua. El profesor Cardozo se incorpora de un salto… Atónito, le tomó unos minutos dar voces y hacer señas al bote lejano. En su desesperación grita y agita los brazos a la vez que con los ojos desorbitados, buscaba a su alrededor por una ayuda inexistente. Pasado unos minutos, cuando nuevamente vuelve la vista hacia el bote la otra persona tampoco está allí...


 Con la rapidez que sus nervios se lo permiten recoge sus pertenencias y sube a su vehículo. Pensó en acudir a los a los bomberos: pensó en los guardacostas, pensó en ir a la policía y reportar un accidente o un crimen, pero quizá eso no sería prudente de su parte. La policía le haría un sinfín de preguntas y solicitaría muchos detalles de un hecho que él había observado a lo lejos y quizá terminaría involucrándolo. Pensó muchas cosas y después de desventuradas conjeturas optó por irse a su casa… Apenas llegar enciende la televisión y espera el noticiero de la noche, a ver si reportaban algo. Nada sucedió esa noche. No pudo dormir debatiéndose en el remordimiento del deber incumplido. A la mañana siguiente -sin poder borrar la escena de su memoria- se ducha, toma un café y se va a la universidad. Durante el transcurso del día no hubo noticia alguna relacionada con el asunto. En la noche el dolor instalado en su estómago no le permite cenar. Vuelve a encender el televisor pero nada… Esto lo llenó de desasosiego y cavilaciones. Tampoco esa noche logra dormir agobiado por turbios pensamientos.


En busca de la ansiada noticia compra la prensa tempranera. Por más que hojea el periódico de arriba abajo no encuentra nada que informe de un crimen; así que llegó a dudar de la veracidad de los hechos. Al tercer día, desde que tuvo lugar el acontecimiento, el noticiero de la noche reportó -con profusión de amarillismo- que en la represa del lago Travis, aparecieron flotando los cadáveres de una pareja de jóvenes aparentemente ahogados y un bote a la deriva. Hasta los momentos -dijo el reportero- se desconoce detalles de esta tragedia. Habrá que esperar la necropsia de los cuerpos y las pesquisas policiales, concluyó.


Cardozo lloró -él sí conocía los detalles- pero no supo si lloraba por los infortunados jóvenes, o por la tensión acumulada, o por él mismo. Ni esa noche ni las subsiguientes pudo conciliar el sueño elucubrando los posibles móviles del asunto. Cuando las autoridades concluyeron sus investigaciones, informaron que se trató de un doble suicidio a causa de unos amores muy juveniles y muy contrariados... Un suspiro profundo precede la calada de la pipa.  Esa noche también fue de insomnio consumida en la elaboración del cuento.


Austin, febrero, 2002
Ilustración sacada de la web.